lunes, 13 de octubre de 2008

Arístides Vega Chapú: Ciclones

---

--------------------------------Ciclones

--

--Por Arístides Vega Chapú

---

Las abundantes imágenes aparecidas en los medios locales y nacionales han dicho más de lo que cualquier palabra pueda describir. Caseríos que han desaparecido, municipios en los que apenas han quedado casas en pie, rostros de mujeres y hombres que perdieron el pudor de llorar ante los reporteros, cientos de techos que ya no cobijan a nadie, torres eléctricas vencidas por un poderoso viento, ríos desbordados y la furia del mar arremetiendo lo mismo sobre humildes casas que altos edificios, infinitas extensiones de tierra ya sin cultivos y ni siquiera sosteniendo el verdor que hace espléndidos esos paisajes que nos hacen saber cuán fértiles son nuestras tierras, familias que han perdido todo y otras muchas casi todo, que en un país pobre como el nuestro es como perderlo todo.

También han sido abundantes las imágenes de una recuperación que desde mi cómoda casa pudiera clasificar como muy rápida. Aunque aún quedan sitios que no cuentan con electricidad una buena parte de nosotros puede sentarse frente al televisor en espera de la novela de turno, o tomar la indispensable y necesaria agua fría que se agradece tanto bajo el sofocante clima nuestro. Los muchachos han vuelto a las escuelas, algunas improvisadas, otras a medio reconstruir, pero ha comenzado en todo el país el curso escolar, muchas calles ya no tienen rastro alguno de ciclón y hasta la vegetación verdecida por tanta lluvia ha cubierto en parte el devastado paisaje que nos dejaron los huracanes y hasta en algunos sitios, como en el que vivo, la vida parece continuar con normalidad.

Las imágenes pueden ya no estar en los medios pero sí y por mucho tiempo en nuestra memoria. Ese paisaje arrasado, mutilado como solo lo había visto en las imágenes con que los reporteros de guerra nos muestran cuánto pierden los pueblos en una contienda bélica, o en las de terremotos o tsunamis, no se borran con solo levantar techos, limpiar calles o regresar a una cotidianidad que por difícil cuando falla se extraña.

El que cumplió años por esos días y no tuvo nada, ni siquiera ánimo para celebrarlo, el que soñó casarse y no se lo permitió los sendos huracanes, el que reunió dinero, mes a mes, privándose de muchas otras necesidades para comprarse algún sueño, el que con años de sacrificio levantó un techo pobre, pero prolijo para su familia, el que juntó con miles de esfuerzos dinero para comprarle la bicicleta esperada por el hijo desde que tuvo sentido del placer que se siente sobre dos ruedas, el campesino que sembró sus tierras y se cobijaba a la sombra de árboles que habían sembrado sus antepasados, han sido el blanco de esta guerra declarada por la naturaleza.

La pérdida de paisajes que nos han acompañado de por vida, la pérdida de la casa donde nacimos o vivimos por muchos años, o la pérdida de un simple y viejo mueble que ya ocupaba su sitio cuando nacimos o el ya no poder mostrar ninguna vieja foto de nuestros antepasados o las más recientes de nuestros hijos, es la pérdida mayor de un pueblo que necesita reconocer en su presente un pasado que sigue diciendo con insistencia quiénes somos y quiénes queremos ser.
Para nadie que no conozca de cerca nuestras carencias materiales puede conocer la verdadera significación de lo que se pierde, quizás para siempre, en un desastre como el sufrido en los últimos meses por el pueblo de Cuba.

La mayoría de nosotros sigue sentándose en el viejo sillón que perteneció a nuestros abuelos, algunos hasta comemos, en los días de fiesta, sobre la fina porcelana adquirida por nuestros padres días antes de su boda, o aún nos alumbramos con la vieja lámpara que el abuelo hizo colgar en la sala de la casa muchos años antes de que nuestros padres nacieran. Muchos dormimos en la cama en que descansaron y hasta murieron nuestros antepasados, con los mismos colchones que alguna que otra vez han sido remendados. Muchos de nuestros adornos también fueron heredados y tenían su significación más allá de que nos gustaran menos o más.

Todo cuanto nos rodea adquiere ese valor de sacrificio acumulado por muchas generaciones anteriores a la nuestra y siguen sirviéndonos y siguen apareciendo en las fotos tal y como si solamente envejeciéramos nosotros y todo a nuestro alrededor siguiera intacto, escenografía dispuesta a recibir a los que aún están por nacer.
El estado, por más que se lo proponga, no podrá nunca reponernos algunas de esas pérdidas afectivas más allá de su valor de uso, arrebatadas por huracanes que quisieron probarnos que no solo debíamos temer a una guerra anunciada apenas se nace en esta tierra.

Ahora muchos esperan una nueva reedición de lo que se llamó Período Especial, otros han quedado paralizados ante el desastre, algunos lloran y otros ofrecen sus fuerzas, otros se han dedicado a recoger ropas y juguetes para enviar a las zonas más afectadas, están también los que han llegado hasta esos sitios a ayudar a levantar casas y muchos sueñan con días mejores quizás al lado, o muy cerca de los que ya no sueñan.
Lo cierto es que escasean productos muy necesarios, escasea sobre la escasez de siempre. Se posponen planes estatales e individuales, se mira atrás como manera de reconstruir un delante, se nos vuelve a convocar al sacrificio sobre el sacrificio que exige el vivir en un país pobre.

Lo cierto es que el que perdió las fotos de los quince de su hija, o la foto de los abuelos, o el sillón que siempre estuvo en la sala de la casa, o la imagen de la Virgen de la Caridad aparecida en el almanaque de mil novecientos cincuenta y siete, el que perdió el collar escogido por la madre para casarse, el carnet del sindicato de tabacaleros de mil novecientos cuarenta y siete de su abuelo o la medalla de internacionalista del padre que no regresó de Angola, ya no lo recuperará jamás y eso es lo que más lamento de todo lo sucedido.

----

----

Arístides Vega Chapú, Santa Clara, 1962, Cuba. Tiene publicados: Breve estancia de Cristo en la ciudad de Matanzas, Ediciones Vigía, Matanzas 1989. Finales de los años, Casa Editora Abril, Ciudad de La Habana, 1993. Revelaciones en las postales del viajero. Editorial Universidad Central de Las Villas, 1993. Últimas revelaciones en las postales del viajero, Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1984. La Casa del Monte de los Olivos, Ediciones UNION, La Rueda Dentada, Ciudad de La Habana, 1986. Retorno de Selím, Editorial Sed de Belleza, Santa Clara, 1998. El riesgo de la sabiduría, Ediciones Capiro, Santa Clara, 2000. El signo del azar, poesía, Editorial Capiro, Santa Clara, 2002. De lo que se supone, poesía, Editorial Nave de Papel, México, 2002. Días a la deriva, poesía, Reina del Mar Editores, 2002. Mensajes del pan, Ediciones Orto, Manzanillo, 2003. Sagradas Pasiones, poesía, Editorial Letras Cubanas, 2005. Después del puente sobre las aguas, poesía, Ediciones MATANZAS, 2007. Que el gesto de mis manos no alcance, Antología personal con prólogo de Lina de Feria, Ediciones UNION, La Habana, 2008.

2 comentarios:

  1. Gracias Arístidez por esta bella crónica del desastre, por este poético testimonio de la pobreza y la pérdida que desde la distancia se comparte con igual desasosiego, con tu mismo desconsuelo.
    Hay unos versos de un poema de mi libro "Confesiones de Temistos" que dejo aquí para compartir contigo un poco de esperanza.
    Un fuerte abrazo

    "Habrá que juntar el orine de las bestias, la saliva dulce de los niños,
    habrá que tensar el barro con que moldeamos la más antigua ciudad,
    volver al instante remoto, al primigenio equilibrio,
    al nacimiento de la memoria misma, refundar el olvido,
    creer que todo puede ser restituido, saber al menos
    qué fue de nosotr@s, que estuvimos allí.
    Julio Fowler

    ResponderEliminar
  2. Amigo Arístides, perdona el atrevimiento necesario en trato. Hermano, lo imperdonable de todo esto es que "los que impusieron por la fuerza" su opción en el año 1959, adueñándose entonces hasta de la historia predecesora en ... Cuba, aun hoy hablan enarbolando una supuesta "dignidad" de bunker vetusto, exponiendo a sus compatriotas a unos riesgos innecesarios, inmerecidos, a miserias varias impredecibles, a la ruina total de una nación fantasma y flotante.
    ¿Cuántos años necesita un hombre para construir "su sueño", cincuenta, y para tener la valentía de replateárselo justa y objetivamente?
    No sé, amigo, yo lo he visto, lo sé, soy, por ejemplo, otro, hay una salida, hay mucha, MUCHA LUZ más allá de estos pronósticos oficialistas impuestos por los reales traidores de lo que "pudo ser" y hoy se contrapone en la evidencia de nuestras vidas, otras, y sus resultados...
    ¿Hasta cuándo vamos a dejar que un grupo de OPORTUNISTAS FASCISTAS profanen nuestras vías todas?
    Bueno, que se sepa, yo estoy aquí, consciente, vivo y tranquilo, ocupándome dignamente de mis prioridades, pero lo tengo claro: hay que dar el salto, no hay que temer, otra vida es posible, ella depende de nuestro empeño renovado, hay que enfrentar este asunto YA, cojones... y ovarios,...perdón...
    Otro abrazo,hermano. Ya somos otros.

    ResponderEliminar