domingo, 30 de septiembre de 2007

TRES POEMAS DE Octavio Armand, Cuba 1946.


Tres Poemas (inéditos) de Octavio Armand en Efory Atocha
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QUINTA CARTA DE RELACIÓN
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Hágase la luz y póngase el color sobre la mesa.
De mantel una naranja, luz ceremoniosamente rebanada.
De arroz más granos que la arena.
De arroz un desierto y subir al mediodía.
Se puede escribir con un palito en el arroz
y decir cosas que el sol nunca olvida.
¿Quién, entre dos gotas de agua, sacia la sed?
La espuma se arrebata y convoca apetitos de acuarela.
¿Quién, entre dos granos de arena, levanta un castillo?
Sale de lento espejo un rojo pintado de rojo.
¿Quién, entre dos números, se aferra a una cifra?
Como si el coral nadara un danzón, nada hasta el comedor
un pargo que nada tiene de pargo que nada,
excepto el mar y la paciencia de minuciosas destrucciones.
¿Quién, entre dos estrellas, recuerda nombre y apellido?
Todo reposo y sabor, listo hasta la desaparición
para el apetito y sus anzuelos, el pargo
se zambulle en las pupilas y llega hasta la sangre.
¿Quién, entre dos labios, se niega al beso?
Allí se oyen escamas y acezante agalla.
Allí cae sobre la memoria una geometría de tarrayas.
La sangre cambia de color hasta quedar
azul bajo la ola y bermellón tras la dorsal y sus tijeras.
Un traje a la medida del lutjanus colorado.
Le queda bien el horno, verano de sol cúbico
y fuego tan redondo que lleva una llama a la mesa.
No cata, rescata el vino secuestrado por el vidrio;
reparte las campanadas de la uva; el tañido
se demora entre arcos de cristal
trazados por compás sobre la luz.
Copa tras copa se rinde el cristal a cada labio,
tiñéndose para visitar el cuerpo.
Mediopunto la parra entre los labios;
mediopunto el sabor que en buen provecho
aprende sombras; cabrilleo de ocasos y auroras
la borrachera del tenedor cruzado con espuma.
Un pargo rojísimo que es cama del gusto.
Un tamal que no está mal.

Nueva York, 27 de enero 1981

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----------------CARTA A UNA ARAÑA
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La sombra de tus hilos atrapa
a quien te admira. Solo a quien te admira.
En sombra repites el dibujo de la seda
y no escapa la sombra de tu presa.
Ni siquiera la mirada que pasa como un río
sobre la luz, salpicando lado a lado
la sed impaciente del tinte y el perfil
que se evapora. La mirada se remansa
y lame el tablero como un alfil
perdonado por su reina ensangrentada.
Un cuerpo de repente retratado
poro a poro en llovizna fija y cenizas de cielo.
Si fuera una mosca caería dos veces
en tu trampa. Si fuera una mariposa
entregaría un ala a la seda
y otra a la delicada sombra de la seda.
Tu astucia merece dos muertes
por lo menos. La carne en tu apetito
y en el espejo la imagen desmayada.
Hilar fino, hilar en vano, amarrar nubes
al légamo y al musgo, azorado el paso
por la sombra, sus retículas colgadas
de la luz y lanzadas como tarraya
a través del viento que la mece,
la dibuja, la retoca, confundiendo
la escarcha con la escama que seduce,
hamaca para siestas que en tu abrazo
despiertan como un pulpo, empatando
a ocho patas sus tentáculos
hasta rendirse al jaque minoico.
Peldaño a todas partes, eso dices;
y gracia para remontar el plomo
que nos atraviesa con su flecha.
La Ley de la Gravedad abolida
por un chorro de champaña
que flota si lo pisas.
U
n chorro de geometría mansa
que se vuelve un trapecio y una fiesta.
Un puente a todas partes, el trayecto
de una piedra suspendida mientras cae
su sombra, más pesada y obediente.
La abolición de tus hilos
por la sombra de tus hilos
es el humo de tabaco que asciende
para huir de las cenizas
y recordar hoja y candela,
como si caminaras por tu aliento
para llegar a una burbuja que acaricias.
Así voy de espaldas en el tiempo.
Regreso a haber nacido y crecer
de buenas a primeras.
Regreso en estas líneas como sombras
sin tu seda, sombras de tu sombra.
Te abrazo con pulpo y te descorcho.
Vibren al paso de tus ojos
ocho veces atrapados estas líneas.
Cuelguen de la luz como tus hilos
y tu sombra bajo el cuerpo ajeno
que devoras. Recuerdos bamboleantes
que dibujan sus escaques con los labios
y galopan esos labios como caballos ciegos.

Caracas, 21 de marzo 2007


---------------MANTRA
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La música es de la India y de hace siglos.
La voz de una mujer desconocida.
No entiendo lo que canta
pero yo también lo canto.
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En un patio de Prados del Este
recordamos a los muertos.
Ni dejan morir ni dejan de morir
hoy 30 de mayo del 2007.
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Se hace el silencio como se hace el pan.
Respirar es un horno y soy amasada harina.
Callo y crepito en lo que callo.
Callo y repito lo que callo.
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Callo y respiro lo que callo.
Estoy más muerto que los muertos
y más vivo que al rojo vivo.
No soy la costumbre de ser:
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soy.
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Oigo mi respiración
y la respiración de la mujer
que está a mi lado. No tiene
nombre y se llama Geny.
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Lo digo sin ironía: no tiene nombre Geny.
Yo tampoco. Los nombres pesan más
que el mármol donde pronto -- ¿ya? --
estarán escritos. ¿Acaso podré decir
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estas palabras sin palabras?
Oigo mi respiración y mi silencio.
Y de repente oigo también
otra música que me rodea.
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La realidad es himalaya.
El ladrido de un perro
y el resuello de un carro
aquí y ahora son sagrados.
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Soy.
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A mi izquierda, tres veces,
ladra el perro. ¿Miedo?
¿Soledad? ¿Acaso la luna
despierta su lejano lobo?
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En la distancia se borra
la distancia y crece.
El tiempo atraviesa al espacio.
La velocidad es un zumbido,
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miel que se aleja,
el destino de alquien como tú
o como yo que rueda
en cuatro ruedas sin destino.
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¿Adónde va? ¿Para qué?
¿Quién lo espera? ¿O quién la espera?
¿Su propia soledad? ¿O la del cuerpo
que en espasmos entrega su limosna?
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Soy
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mendigo de ese cuerpo
y soy el cuerpo que mendiga.
Dame aunque sea tu sombra,
si es lo único que tienes.
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Yo te daré la mía.
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Octavio Armand reside exiliado en Venezuela.
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Otros Poemas de Octavio Armand, en Efory
Atocha aquí.
Textos publicados el miércoles 26/ 09 / 07

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