viernes, 21 de enero de 2011

Amir Valle: "Las sucias claves del poder. Corrupción policial y militar en Cuba"

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Las sucias claves del poder

Corrupción policial y militar en Cuba

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-Por Amir Valle

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(Los fragmentos aquí incluidos pertenecen al libro homónimo, de próxima aparición).

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Dos

Existe consenso sobre la manipulación de la verdad en torno a las instituciones del Ministerio del Interior en Cuba. El pueblo comenta. Los trabajadores de los medios de prensa comentan. Hasta los mismos protagonistas de esas campañas de manipulación se muestran inconformes.

Baste un ejemplo: En febrero de 2005 un ladrón entró en una vivienda, amordazó y asfixió a una anciana de más de 80 años. Se llevó del lugar un equipo de vídeo y una considerable cantidad de dinero. Lo alarmante de todo esto era que sucedía a escasos metros del edificio del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (oficinas personales de Raúl Castro, hermano de Fidel Castro, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros), en la misma cuadra de una importante dependencia del Ministerio del Interior, y justo frente a la Unidad Militar de Apoyo del Palacio de la Revolución. La impunidad con la que se movió el delincuente en una zona militar tan estratégica resultaba demasiado peligrosa, y quienes conocimos de cerca aquel horrible asesinato estuvimos seguros de que se resolvería en apenas unos días.

Todavía la hija y la nieta de la anciana asesinada esperan una respuesta de la policía. Y que conste, aunque no ponga aquí sus nombres, se trata de una familia a la que me une una larga y muy hermosa amistad.

Por esos días, exactamente una semana después, un programa de la televisión cubana de muy alta teleaudiencia, reprodujo la historia siguiente en un teledramatizado policial: un ladrón se introdujo en la casa de una anciana, la amordazó y la asfixió, y luego de una encarnizada cacería de varios meses, la policía dio con el asesino. La historia no era la misma, pero eso solamente lo supimos quienes estábamos cerca de la familia afectada por aquel crimen. No obstante, ese programa cortó las murmuraciones que se sucedieron por toda la capital del país cuando la gente del pueblo conoció del asesinato, por vías no oficiales que en Cuba se llaman “Radio Bemba” (es decir, persona a persona). Muchos hoy, estoy seguro, piensan que el criminal pagó su cuenta con la justicia. Lo cual, al menos en el caso real que comento, no es cierto.

Todavía más impresionante resultó que las imágenes de los procedimientos de investigación policial y del equipamiento técnico de los peritos policiales fuera semejante a los muy promocionados (también en un espacio muy visto por la población cubana en esos días) de la serie CSI, La escena del Crimen, de factura norteamericana. Y aclaro que resulta impresionante porque los equipos y procedimientos allí mostrados sólo existen en la mentalidad manipuladora de quienes quisieron engañar al pueblo, haciéndoles creer que todo eso era normal en cualquier Estación de la Policía en Cuba. El engaño, por supuesto, no funcionó, pues bien sabe la mayoría de la población que en las unidades policiales cubanas los investigadores no cuentan, muchas veces, ni con las mesas necesarias para sentarse a trabajar, y resultaban casi de ciencia ficción esas imágenes de aquel programa televisivo en la cual los policías que atendían el caso se comunicaban con la jefatura incluso a través de teleconferencias por la vía de las más modernas tecnologías informáticas.

Otros casos serían transmitidos por el citado espacio televisivo, hasta que comenzaron nuevos rumores populares a gran escala, precisamente a partir de protestas de los propios agentes del orden público y unidades de servicio e investigación policial, que manifestaban su desacuerdo en crear falsas expectativas a la población. Para ellos, que debían combatir la ya alta y creciente criminalidad, aquel engaño supuestamente para tranquilizar al ciudadano los convertía en estúpidos ineptos que “ni siquiera podemos resolver los casos con toda esa técnica que les han hecho creer que tenemos”, según le contó a la hija de la anciana asesinada uno de los Jefes de Criminalística, amigo de la familia afectada.

Una buena parte de los cubanos pueden dar ejemplos de cuántos casos delictivos conocidos por ellos no han podido ser resueltos, y en muchas de las barriadas donde se basó la investigación para este libro, los Delegados de Base del Poder Popular[1], encargados de recoger las inquietudes del pueblo, darles respuesta o transmitirlas a las instancias superiores del Gobierno, manifestaron que existen muchas quejas de la población por la cantidad de delitos, básicamente robos, que no han sido resueltos por los órganos del Ministerio del Interior encargados de esa responsabilidad. Parte de la manipulación informativa resultan ciertas noticias, transmitidas una o dos veces al año por los más importantes órganos de prensa, y casi siempre coincidiendo con los aniversarios de las instituciones policiales, donde se muestran a los policías devolviendo a los “agradecidos ciudadanos” los objetos robados por algún delincuente que, se aclara en esas noticias, ya cumple su condena en los centros penitenciarios de la isla.

Vertientes de la propaganda

La propaganda interna

En la década de los setenta y principios de los años ochenta, el Ministerio del Interior era considerado por los intelectuales cubanos “el otro Ministerio de Cultura”. Poseían varias imprentas, importantes editoriales y un grupo de revistas, entre otras publicaciones periódicas, donde difundían el trabajo de sus instituciones. Una parte considerable de responsabilidad en la pésima producción editorial cubana de novela policial que se extendió hasta finales de la década del ochenta, se le debe a las exigencias de los ideólogos del Ministerio del Interior, que encargaban a sus miembros y a escritores que se plegaron a sus exigencias, escribir obras donde la realidad se convertía en esquemas: malos malos (los delincuentes y contrarrevolucionarios) vs buenos buenos (policías), y donde se pedía dar un destaque especial a la supuesta sólida unidad entre el pueblo y los agentes encargados de perseguir al delito. Un chiste de la época, usual entre los escritores del género, solía decir: “no se te olvide poner a la viejita chismosa del CDR en la novela”.

Vale destacar que las ediciones de esas novelas escritas por policías y algunos escritores serios (que por suerte después abandonaron esos caminos) llegaron incluso a superar los cincuenta mil ejemplares y eran leídos vorazmente por un pueblo que ya se había acostumbrado a leer gracias a una sólida Campaña de Alfabetización y al mantenimiento de un programa amplio de difusión de la literatura universal y nacional, así como Campañas Nacionales por la Lectura efectuadas siempre de modo sostenido.

En momentos en que, a nivel mundial, la literatura francesa, inglesa y norteamericana producía una interesantísima novela policial, vinculada a la dura realidad de esas sociedades, en Cuba se desconoció a propósito esa gran producción y se llenaron los estantes de nuestras librerías con los bodrios literarios del llamado Realismo Socialista (aunque también llegaron obras de mucha valía) donde el modelo era idéntico al de nuestra novela policial y las exigencias ideológicas eran similares.

Las revistas publicaban un aluvión de trabajos cortos donde se repetían esos esquemas, esos modelos, siempre en blanco y negro, sin matices, a pesar de los intentos de algunos pocos escritores por acercar la realidad a las historias literarias de sus obras y trabajos periodísticos. Pero todo lo publicado al respecto tenía que superar primero una férrea censura.

La radio y la televisión contribuían a esa campaña. En los programas especializados de la radio cubana, también de alta audiencia, se repetían los esquemas, se convertía en héroes de bronce, siempre perfectos, a los que defendían el bienestar ciudadano y (no podía faltar) la Revolución, se trabajaba todo sobre la base del estereotipo: los delincuentes eran tan malos que ni siquiera sentían amor por sus madres, y los que luchaban contra esos delincuentes eran tan perfectos que ante la presencia de una mariposa dejaban de respirar para no alterar el justo equilibrio de tan hermosa creación de la naturaleza. Los seriales televisivos cubanos (donde se exaltaba, hasta llegar al melodrama, la heroicidad del revolucionario cubano en su lucha contra el delito y los enemigos de la Revolución) se dieron la mano con una profusión de programas también seriados, policiales y de contraespionaje, procedentes del campo socialista y de la URSS, obteniendo el mayor impacto Diecisiete instantes de una primavera, escrito por el destacado novelista Julian Semionov y protagonizado por el gran actor ruso Viacheslav Tijonov (Stirlitz).

El resultado de esta propaganda interna bien dirigida por las orientaciones del Ministerio del Interior hacia la población fue el esperado: se trasladó a la mentalidad del cubano el mismo esquema que exigían los ideólogos del Ministerio del Interior, y llegó a crearse una imagen tan edulcorada sobre las distintas dependencias de este Ministerio que cuando se le preguntaba a un cubano respondía: “tenemos la mejor Seguridad de Estado del Mundo, la policía más honesta y capaz y un sistema de protección contra el delito tan fuerte que es único en el Planeta”.

El detestable enemigo

Bien aprovechado resultó el igualamiento de los actos delictivos con la actividad contrarrevolucionaria. La idea de la manipulación era clara: se buscaba atraer a la población identificada con la Revolución hacia un concepto totalitarista: todo el que incurre en delito quiere el mal para la Revolución y para los revolucionarios; es, pues, un enemigo. El término antisocial (más justo jurídicamente) fue desterrado del lenguaje de la propaganda en este sector y a los delincuentes (o personas que por diversas circunstancias incurrían en delito) se les aplicaron adjetivos que definían bien la posición de la oficialidad hacia ellos. No eran delincuentes. Para la propaganda siempre fueron “delincuentes contrarrevolucionarios”, “gusanos[2] delincuentes”, “lumpens que quieren reproducir en Cuba los males del sistema que admiran”, “bandidos desafectos a la Revolución”, etc.

Usted también puede ser un héroe

Otra vertiente de la propaganda se dirigía hacia la cooperación del pueblo en la detección y persecución del delito y los delincuentes, en las acciones contra la Revolución y los contrarrevolucionarios. Risible resulta que la inmensa mayoría de las novelas, los programas radiales y televisivos, que como se ha dicho impactaban a gran parte de la población, reflejaran un esquema básico: el que había tenido el valor de enfrentarse a estos elementos delincuenciales y desafectos recibía premios que convertían su vida en algo así como un paraíso, pues la gente los veía como a dioses guerreros, las instituciones con las cuales habían colaborado les otorgaban distintos estímulos materiales y morales que mejoraban su nivel de vida y reconocimiento social, y hasta en los casos de programas más ridículos llegó a conferírsele condecoraciones que resultan un sueño incluso para los más altos y destacados oficiales del Ministerio del Interior.

Dicha propaganda es lanzada, para colmo, hacia los niños cubanos. Aún en la actualidad, se transmiten en la televisión dibujos animados donde los pioneros cubanos son tan perfectos y tienen tanto arrojo de valor que son capaces de enfrentar solos a sanguinarios enemigos (caracterizados, por cierto, como subnormales) mientras llega la policía para detenerlos (Véase la serie de Cecilín y Coti, del caricaturista Cecilio Avilés llevada a la pantalla chica). O la adaptación de una figura clásica exigida por los ideólogos militares para la novela policial: la vieja chismosa del CDR, en una serie de animados donde la vieja Chuncha (que cumple con todas las tareas de la Revolución) es tan valerosa e inteligente que logra atrapar a un ladrón ante los ojos estupidizados de un policía inepto (detalle que no imagino cómo ha escapado a la férrea mirada de los censores policiales).

El agente perfecto e incorruptible

De mi infancia recuerdo un dibujo animado soviético que reflejaba las aventuras heroicas de un personaje muy popular entre los niños cubanos: el tío Stiopa.

Se trataba de un enorme policía (tan alto que incluso los edificios de dos pisos le llegaban a la cintura), dotado de una hermosa sonrisa, de unos modales exquisitos, de un léxico propio de un catedrático, y de un corazón tan noble que irradiaba amor hacia todos los que lo veían (y todos, por supuesto, lo veían). Era ejemplo de ciudadano, ejemplo de deportista, ejemplo de policía. Perfecto e Incorruptible. Y ante la grandeza de sus virtudes físicas, espirituales y morales los delincuentes resultaban pigmeos amedrentados.

La lección, perfectamente aprendida por los ideólogos encargados de armar la propaganda favorable al Ministerio del Interior, fue aplicada en todas las esferas de la vida y la comunicación social en la isla. En las autopistas empezaron a aparecer vallas donde se reflejaban diversas actividades de los órganos del Ministerio del Interior, con consignas que loaban su desempeño. En la televisión, además de los ya mencionados programas seriados, comenzaron a chispear constantemente anuncios en los cuales se instaba a los jóvenes a ingresar en las “dignas filas” de ese organismo, y clips dramatizados que mostraban a los policías defendiendo a los niños de algunos delitos menores (pues los delitos mayores jamás se reflejan allí, pues no existen, como ser verá después). Al final de esos clips, un inocente y angelical veía pasar al policía y lo llamaba: ¡Policía, Policía! ¿Tú eres mi amigo? La sonrisa del agente, como respuesta, era tan dulce que merecería el más encendido de los poemas al amor entre la autoridad y el pueblo en la sociedad socialista.

Conscientes de los chistes populares sobre la ineptitud y falta de inteligencia de una gran parte de los policías cubanos, la propaganda ha intentado, sin conseguirlo, elevar su imagen de profesional preparado, altamente capaz, hombre de pueblo lleno de virtudes, revolucionario intachable, persona incorruptible.

Veamos uno de esos chistes:

¿Por qué en Cuba los policías andan en grupos de tres?

Porque uno apenas sabe leer, el otro apenas sabe escribir, y el tercero está para velar a “esos dos peligrosos intelectuales”.

Otro chiste:

¿Cuáles son los peores defectos de un cubano?

Ser guajiro, ser negro y ser policía.

El Edén en el Planeta Azul

Si el cosmonauta soviético Yuri Gagarin aseguró que nuestro planeta era azul, los ideólogos del Ministerio del Interior y sus prosélitos en los órganos de prensa (controlados directamente por el Estado Cubano aunque se diga que son propiedad del pueblo) aseguran que dentro de ese azulísimo planeta puede encontrarse el Edén prometido por Dios a la raza humana: Cuba.

Todos los elementos de la campaña de propaganda diaria realizada por la prensa plana, radial, televisiva y la internet (que empieza a hacerse fuerte en los últimos tiempos) se unifican en un solo propósito: el mundo sufre desastres naturales, guerras, odios, hambre, miseria, tragedias sociales, desempleo y una lista interminable de plagas sociales que amenazan con extinguir la raza humana, pero los cubanos vivimos en el mejor de los mundos posibles, al amparo de nuestro Dios (Fidel) y en nuestro paraíso (la Revolución).

Ocultar a la opinión pública internacional los graves problemas sociales que afectan al país ha sido siempre una estrategia del gobierno. Menospreciar y minimizar esos problemas ante la opinión nacional, más que estrategia ha sido una imposición: todo aquel que se pronuncie preocupado por esas dificultades es tachado de disidente, mercenario al servicio de los enemigos de la Revolución o antipatriota. Bajo ese credo durante más de veinte años se intentó obviar la creciente y peligrosa presencia de la droga en la isla, cuestión que tuvo que reconocerse públicamente en el 2003 cuando ya el fenómeno había alcanzado tanto desarrollo y tanta fuerza que se hacía insostenible mantener el silencio.

Otro tanto sucede con el alto nivel de agresiones físicas en las calles, con el alarmante ascenso de la violencia familiar, el índice de violaciones o de suicidios (Cuba hoy es uno de los países con mayor tasa de suicidio a nivel mundial, según fuentes de las Naciones Unidas). Y soy testigo, quizás excepcional por mi investigación de más de nueve años, recogida en el libro Habana Babilonia ó Prostitutas en Cuba (prohibido en la isla), de las muchas trabas, ocultamientos, y manipulaciones de la realidad que ha sufrido el flagelo que más afecta hoy la sociedad cubana: la prostitución y sus males derivados.

No dar armas al enemigo para que ataque a la Revolución, entender que el Gobierno debe priorizar otras tareas fundamentales para el desarrollo del país, no crear estados de opiniones que alejen a la población de los objetivos esenciales del programa revolucionario, o no dar resonancia social a lo que no lo merece, entre otros, son argumentos esgrimidos contra quienes se han preocupado sinceramente porque la propaganda no desconozca la convulsa realidad cubana, marcada cada vez más por el influjo de la marginalidad y por una regularidad que los sociólogos comienzan a llamar “marginalización de la sociedad cubana”, una de cuyas características es la necesidad que tiene el pueblo cubano de delinquir de algún modo para lograr la supervivencia, pues ni siquiera el Gobierno y el Estado cubanos han podido negar que más del 70 porciento del alimento que se consume actualmente en los hogares cubanos deben ser adquiridos (ilegalmente) por la población en el mercado negro de la isla.

La manipulación de la verdad y la propaganda falsa sobre aspectos tan delicados de la vida social cubana, junto al hecho de que el pueblo ha ido descubriendo que no se le dice toda la verdad, sea por la justificación que sea, arroja un resultado evidente: la desconfianza en la capacidad real de los órganos del Ministerio del Interior para enfrentar y resolver la tensa situación criminal y delictiva de la isla, algo que tiene preocupados a los más altos dirigentes del país.

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Testigos de la verdad

Pablo Inocencio Zaldívar salió ilegal del país hacia La Florida en una balsa que en vez de llegar a los Estados Unidos recaló en Islas Mujeres, territorio mexicano. Fue conducido por las autoridades migratorias de México a una dependencia de tránsito para ser procesado su caso, con posibilidad de repatriación, pero gracias a la ayuda de un militar, a quien pagó los cinco mil dólares que llevaba encima, logró escapar. Su sueño era llegar a la frontera y entregarse a las unidades guardafronteras norteamericanas acogiéndose a la Ley de Ajuste Cubano, que facilita la entrada a Estados Unidos por esa vía, de cualquier cubano que manifieste su decisión de no regresar a Cuba.

Sigue viviendo en Nuevo Laredo, México. Allí lo entrevisté, en mi viaje a Monterrey, en el 2002, cuando mi entrevistado ya estaba decidido a seguir rumbo a Estados Unidos.

¿Qué te hizo cambiar de planes?

Encontré un negociazo. Cuando llevaba esperando una semana, o unos días más, no recuerdo, porque Morrillo, el militar que me ayudó a escapar, viniera a decirme cuándo podría irme sin líos para la frontera americana, se llegó a verme otro militar, amigo de Morrillo, y me propuso trabajar en algo que nos daría a todos un billetaje.

¿Algo de la droga?

No, ¿estás loco? Ese bisne aquí está ya bien controlado. Meterse es un suicidio. Tenía que ver con mujeres.

¿Mujeres?

Mujeres cubanas, hombre, putas para burdeles.

¿No es demasiado complicado?

Por lo que yo sé no fue nada complicado. Todo salió fácil, como si resbalara con grasa. Mi cuñado trabaja allá en Cuba en una granja de rehabilitación de jineteras en las afueras de La Habana. El hablaba con las que se querían ir del país y les proponía el negocio.

¿Tu cuñado es policía?

Es oficial de la policía. A muchas de esas jineteras presas las enlazó él en las redadas que hacían en las calles de La Habana. Luego le dijeron que debía seguir trabajando con ellas, para la muela esa que meten allá de que las putas pueden reformarse.

¿Y las traían a México?

Por la misma vía que vine yo. Más seguro, por supuesto, porque la mercancía no podía perderse.

¿Ellas aceptaban el trato?

Mi cuñado les proponía el negocio a las que él sabía estaban locas por irse de Cuba. Eran putas y lo iban a ser donde quiera que cayeran. Ese era el negocio: una lancha iba y las buscaba en algún lado de la zona sur de Pinar del Río y las entraban por Cancún. Todo acá estaba amarrado. Los de migración ni preguntaban cuando Morrillo y los suyos iban a buscarlas a los centros de espera donde las metían cuando llegaban a tierra. A cambio de eso ellas debían estar trabajando en cinco burdeles que manicheaban los policías durante dos años.

Y de Cuba, ¿cómo salían?

Allá todo se compra, hermano. A los de guardafronteras el culo les hacía pucheros cuando nos veían llegar y eso te lo puedo asegurar porque yo fui dos veces. Sé que Morrillo le pagaba mil o dos mil dólares a un jefe de los guardafronteras de esa zona y salíamos sin problemas. Incluso recuerdo que una vez el carro que traía a las jineteras, que eran cinco ese viaje, se rompió en un pueblito cerca de la playa Bailén y los mismos guardafronteras la fueron a buscar en un camión mediano donde mueven a las tropas.

¿Cumplían con el trato o pasaba como siempre, que las convertían en esclavas?

Morrillo es un hombre inteligente. Un hombre de negocios. A todo el mundo les hizo ver siempre que sus cinco burdeles eran los mejores porque cambiaba a las putas. Eso ayudó a las muchachas, porque no te niego que hay otros burdeles que han hecho algo parecido y en ellos las putas se mueren sin poder pagar lo que costó sacarlas del país. Yo mismo me enteré de un amigo en Cuba que tenía la hermana acá. Ella les dijo que estaba trabajando en una universidad, de instructora de deportes, y era mentira. La habían metido en un burdel. Se murió de una sobredosis de droga que le hizo coger un hijoeputa. Ella era una de esas esclavas que nunca iban a soltar porque era linda. Yo me encargué de mandar el cadáver para Cuba y hasta le pedía Morrillo que me buscara unos papeles legales donde dijera que ella había muerto en un accidente en la Universidad. Me dio lástima decirle a su hermano, un buen amigo mío, y a su madre, una viejita también chévere, que su hija se había metido la tranca de medio Quintana Roo.

¿Qué hacían cuando cumplían?

Casi todas pedían cruzar la frontera. Y para ser sinceros, en eso las ayudábamos, a no ser en algunos casos de putas malagradecidas que casi habíamos tenido que mantener presas los dos años del trato, pues habían querido zafar del negocio antes de lo pactado. Esas se las tenían que arreglar por su cuenta, aunque también a esas mierdas les dábamos sus papeles legales.

¿Cuánto duró el negocio?

Ocho años, más o menos.

Te dio dinero…

Más del que vas a ver en toda tu vida. Ahora quiero irme de aquí, comprarme una propiedad con terreno en Estados Unidos, lejos de todo lo que huela a cubanos, y vivir el resto de mi vida con ese dinero.

¿Tanto dio?

Suficiente para que sobre, hermano. Los cubanos nos conformamos con cualquier basura porque siempre hemos sido unos culirotos, pero yo invertí el dinero que me pagaba Morrillo, que ya era bastante, en dos casinos de juego de allá, de Cancún. Y a cada inversión le saqué veinte veces más. Siempre me preocupó mi futuro porque vi a mis viejos morirse pasando trabajo y comiendo en Cuba durante años la comida de las putas: arroz blanco, huevo frito y plátano maduro frito, como si fuera lo más sabroso del mundo.

¿Qué los decidió a dejar el negocio?

Varias cosas, aunque la más importante es que a Morrillo se lo comieron a balazos por meterse en asuntos de droga. Se le atravesó en el camino a la banda de los Morales, muy conocida allá en Cancún, y se lo llevaron de este mundo. Yo cogí miedo y me vine a Nuevo Laredo con todos mis dineros. Pero como decía mi vieja, hay cosas que sólo Dios sabe. Días después de la muerte de Morrillo, se me apareció allá en Puerto Juárez, que es donde yo vivía, mi cuñado y mi hermana que habían escapado de Cuba en una lanchita de pescadores, también por Pinar del Río. Tuvo que salir echando para que no le partieran las patas.

¿Pasó algo?

Una de las jineteras que había trabajado con nosotros en los burdeles de Morrillo, de esas que aceptaron el trato y luego quisieron arrepentirse, se fue a llorar a la Embajada de Cuba en el D.F para que la mandaran de regreso a Cuba. Contó todo lo que sabía. Sabíamos que acá no iba a pasar nada porque los que tenían que perseguirnos andaban en la misma jugada que nosotros, pero en Cuba metieron presos a unos cuantos y mi cuñado escapó de milagro porque un coronel amigo suyo le avisó antes de que realizaran el operativo.

Por lo que dices, parece ser normal que los policías establezcan compromisos para evitar que los descubran en sus manejos…

Eso pasa en todas partes, hermano. ¿Tú no te has puesto a pensar nunca por qué la droga cogió tanta fuerza en Cuba, si allá la policía sabe hasta cuando los delincuentes se tiran un peo? Mi cuñado me hizo el cuento. Y para serte sincero, hasta yo me asombré porque es difícil creerse eso. Pero él jura y perjura que es así. El jefe de la droga en Cuba, el mismo que tenía una brigada de guajiros en la Sierra Maestra sembrando y recogiendo marihuana, el mismo que controlaba las pandillas de la zona oriental que vendían la droga a las pandillas de La Habana, el mismo que coordinaba con las tropas guardafronteras para que la droga que recogieran en altamar se la hicieran llegar “para quemarla”, era el jefe de la prisión de Boniato, un peje gordo del Ministerio del Interior en Cuba. Parece que lo tronaron, y el tipo está ahora tras las rejas, pero a nadie le han dicho nada. ¿Tú crees que alguien me va a convencer de que ese jefazo tenía el negociazo ese para él solo? Hay que ser comemierda para creer eso. Y el que conoce cómo funciona Cuba sabe bien que eso es un cuento de caminos.

¿Qué esperas para irte a Estados Unidos?

Tengo un agente inmobiliario contratado buscando lo que yo quiero. Cuando encuentre esa propiedad, me voy a ir a Cuba en un yate a buscar a dos o tres de los míos que quedan por allá, porque no voy a estar tranquilo viviendo de lo lindo con mi dinero si sé que en ese infierno de Cuba queda gente con mi sangre.

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Testigos de la verdad

Se niega a decir su nombre. Ni siquiera se atreve a darme un dato que permita identificarlo y llega a decirme que no está de acuerdo en que, al menos, yo lo describa. Tiene miedo. Vive en un país libre desde hace varios años y tiene miedo, como si entre las pertenencias que se trajo desde Cuba hubiera cargado también con una buena cantidad de ese polvo que en la isla respira la mayoría de las personas.

Trabajó en una entidad del Departamento de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior y confiesa saber de buena tinta, y por su propia experiencia, que los brazos de esa poderosa institución represiva cubana puede alcanzar cualquier lugar del mundo. Conoce, incluso, casos de personas que abandonaron la isla y “debían desaparecer” por conocer demasiados asuntos de la llamada “seguridad del país”, y un día ni sus familias supieron más de ellos. Para su seguridad, prefiere no mencionarlos.

Me dijiste antes que eras una de las ratas que abandonaron el barco…

Así nos llamaron allá en Cuba a los que nos fuimos del país después de la caída del campo socialista. Yo simplemente me río. El día en que aquello se caiga y se empiece a saber la verdad de muchas cosas, un montón de ciegos hoy van a desear haber estado entre esas ratas que abandonaron la nave de la Revolución. En cierta ocasión estaba con mi jefe y nos topamos con Alcibíades Hidalgo. No quiero ni recordar lo que hablaron. Lo que sí puedo decirte es que, igual que ellos, todos están pidiéndole a Dios, si existe, que acabe de llevarse a Fidel para el infierno. En esa conversación la impresión que más recuerdo es la de estar ante dos hombres que se sentían traicionados. En todos esos años en el Ministerio del Interior pude oír a muchos masticar en voz baja su inconformidad, su deseo de que los militares dignos que todavía existen en la institución tomaran el mando del país y lo sacaran de la mentira eterna en que Fidel nos hundió.

Evidentemente, tú también masticabas esa inconformidad. Sin embargo, trabajabas en uno de los sitios más odiados por la población. ¿De dónde crees que venga ese odio?

Hay dos razones: la humana y la política.

La humana…

Buena parte del odio que hoy existe en Cuba y que va a provocar, aunque nadie lo quiera, un gran baño de sangre en el momento en que se produzca el cambio, es culpa de los mismos cubanos. Muchas veces vi a oficiales y personal del Departamento de Inmigración tratar como perros, humillar, mancillar el honor de quienes iban allí a tramitar su salida del país, temporal o definitiva. No sé porqué razón los cubanos, cuando llegan a un cargo o puesto de trabajo donde pueden ejercer el poder sobre los demás, se convierten en dictadores y avasallan, humillan y ofenden a los demás, incluso tratándose de gente revolucionaria. Eso, que pasa en lugares como la Aduana, la Policía, Inmigración, y otros lugares así, ha ido despertando en la gente un odio hacia los que trabajamos allí. Recuerdo muchas reuniones de los jefes con el personal exigiendo buen trato, respeto, amabilidad con los que iban a tramitar viajes al exterior. Y quiero ser justo, buena parte de ese odio se la ganó ese trabajador que debía atender público y en vez de hacerlo con la fraternidad con la que se trata a un paisano, la emprendía a mordidas con el pueblo.

¿Y la política?

Es una verdad que ni los amigos de la Revolución Cubana pueden negar. ¿Qué justifica que el cubano tenga que pedir permiso para salir y entrar a su país? Aunque al gobierno le duela, e intente negarlo, esa es una violación de los derechos humanos. Más exacto, una violación del artículo 13 inciso dos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

¿Por qué crees que se haga?

A Fidel no le conviene que los cubanos viajen libremente y conozcan la realidad del mundo exterior. Controlar la salida de los cubanos del país, e impedir la entrada de otros, es un refuerzo a la inmensa campaña de propaganda bajo la cual vivimos los cubanos las 24 horas del día con el único objetivo de hacernos ver que el mundo se está acabando, que todo lo que existe fuera de la isla es malo para el ser humano, y que el paraíso en la tierra está en Cuba. Es un mecanismo para mantener una mentira.

Hace unos años escuché decir a cierto funcionario que los cubanos no viajaban más porque los trámites eran demasiado caros para el promedio salarial cubano.

Es una mentira cínica. Lo que debería haber dicho es que, además de garantizar el control de la población y además de impedir fisuras en la campaña de propaganda, se trata de uno de los negocios más jugosos del Estado cubano. Un negocio sin inversión. Lo que debería haber dicho ese funcionario es que Cuba es el único país del mundo donde los trámites de inmigración de sus ciudadanos se cobran en una moneda extranjera, los dólares, sin ninguna justificación. Puedes tener la seguridad de que si las tarifas de esos trámites se cobraran en un nivel acorde al nivel salarial del cubano, como debería ser si quisieran, los cubanos viajarían más, y lo mejor de todo, regresarían, no se quedaría tanta gente como hoy se queda, porque el cubano adora su isla.

¿Crees que puedan cobrarse esos servicios sobre la base de una correspondencia con el promedio salarial medio del cubano?

No lo hacen porque no quieren. Ya te dije, porque es un negocio redondo. Yo trabajé más de veinte allí y te puedo decir que el monto de las inversiones que se hicieron, muy pocas por cierto, a veces no garantizaba ni las facilidades de trabajo de los propios trabajadores de los Departamentos. Te doy un dato: el propio coronel jefe nacional del Departamento de Inmigración y Extranjería me contó a fines del 2000 que con lo que se gana en una semana en las oficinas de Línea y F, alcanza para pagar el salario de casi un año a todo el personal que labora en las dependencias del Ministerio en la capital del país. Saca la cuenta: hacer un pasaporte cuesta 50 dólares. Cuando me fui de Cuba, el cambio era de 25 a uno; es decir, 50 dólares son 1250 pesos cubanos, y eso es cinco veces el salario medio de un trabajador allá. Podemos seguir sumando: el permiso de salida vale 150 dólares, es decir, que un trabajador normal debería trabajar quince meses para poder pagar solamente ese permiso. Hay que pagar muchas más cosas, así que la cuenta es astronómica. Pero esos precios pueden ajustarse. Cuba no lo hace porque no le da gana, porque, te repito, significa control, significa tranquilidad para su campaña de mentiras y significa un negocio de gran envergadura.

Cuando te pregunté si había corrupción, me dijiste que sí…

Da vergüenza decirlo, pero la hay. Y da vergüenza porque en este caso se trata de lucrar a costa de a desesperación y el dinero de otros cubanos, la mayoría gente muy honesta, que puede hacer esos trámites gracias a sus familiares en el exterior, a sus amigos extranjeros o a su propio esfuerzo, siempre descomunal, que conste, pues reunir el dineral que allí te piden no es muy fácil en Cuba.

¿Cómo se produce esa corrupción?

Todo negocio que no es de uno, en el cual uno ve que hay enormes ganancias y no recibe nada aunque trabaja como una bestia, siempre genera corrupción. Las condiciones de trabajo, cuando me fui, no eran malas, pero no satisfacían las necesidades de los que allí trabajábamos. Yo sabía que había algunos colegas, militares todos, que vendían los turnos de las colas para trámites. Luego se hizo un trabajo para luchar contra eso y entonces el negocio se trasladó a la agilización de los trámites.

¿Cobraban por agilizar los trámites?

No tengo todos los datos, ni conozco bien cómo lo hicieron, o lo hacen, porque estoy seguro de que eso puede continuar, pero sí sé que algunos colegas contactaron con personas de fuera del Departamento, casi siempre familiares de confianza, que se dedicaban a recorrer las colas que se hacían fuera de las oficinas y a proponerle a la gente la agilización de sus trámites. Sé también que no se cobraba hasta terminar. O mejor, por agilizar un permiso de salida se cobraba 100 dólares, una parte pequeña al tomar los datos de la persona que había presentado los trámites y el resto cuando esa persona iba a la oficina a recoger su permiso de salida.

¿Era algo excepcional o normal?

Se hacía bastante, eso nadie allí lo podrá negar, pues muchas reuniones se hicieron para amenazar a los trabajadores incluso con la cárcel si descubrían a alguien en esos negocios. No sólo con los permisos de salida. Todo tipo de tramitación tenía su tarifa, aunque me consta que los que más dinero daban eran los trámites donde se implicaba la salida de algún menor de edad, pues Cuba no permite viajar a ningún menor, ni siquiera con sus padres, mientras no sea en salida definitiva del país. Otro absurdo, porque se viola así el Código de los Derechos del Niño, del cual Cuba es país firmante. Lo sé porque un abogado quiso viajar a España con su niño, para que la abuela conociera al nieto. Era española y había regresado allá luego de vivir varios años en Cuba. Incluso con la autorización de la madre, se le impidió la salida al niño, y aquel hombre empezó a decir tantas cosas allí, a gritos, de las violaciones de derechos humanos de él y del niño que se estaban cometiendo en su caso, que los de seguridad tuvieron que llevárselo porque la gente que estaba en las colas se puso del lado del hombre y empezó a apoyarlo. Ese día se cerraron las Oficinas antes de lo normal.

¿Se atrapó a alguien en esos negocios?

Varias veces. La gente lo suponía, pero nadie lo sabía a ciencia cierta, porque lo único que se decía era que a fulanito, que era jefe de tal departamento, lo cambiaban para tal lugar, aunque luego eso traía un cambio de personal bastante grande.

¿No significa eso que la corrupción podría venir desde arriba?

Tú lo has dicho, y es lo que todo el mundo piensa, entre otras cosas porque hay algunos trámites que solamente se aprueban en ciertos niveles altos, y hasta esos trámites entraban en el negocio de los que allí trabajaban.

Visto así, es algo como de nunca acabar…

Mientras exista esa absurda medida de represión y control del cubano, eso no va acabar. Pueden disminuir, o incluso desaparecer por temporadas cortas, en dependencia de las medidas que tomen contra esos negocios ilícitos, pero siempre van a salir a flote porque en Cuba cada vez prima más la ley del invento para sobrevivir. Por desgracia, incluso a esos que lucran con el deseo de la gente por irse del país, no les afecta moralmente lo que hacen porque dicen que si el Estado mantiene ese negocio sucio ellos no tienen porqué sentir escrúpulos en hacer lo mismo.

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[1] Los Delegados de Base del Poder Popular (Parlamento Cubano) son elegidos por la población de los barrios agrupados en zonas llamadas Circunscripciones.

[2] En los discursos de altas figuras del gobierno siempre se les llamó “gusanos” a los que se oponían políticamente a la Revolución.

Imagen tomada de la Web.

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Amir Valle (Cuba, 1967). Escritor, Ensayista, Crítico Literario y Periodista. Ha obtenido importantes premios literarios en la isla y en países como Colombia, República Dominicana, Alemania y España en los géneros de ensayo, cuento y novela. Ha publicado más de una veintena de títulos de cuento, novela, ensayo y testimonio. Saltó al reconocimiento internacional por el éxito en España de su serie de novela negra “El descenso a los infiernos”, sobre la vida actual en Centro Habana, integrada por Las puertas de la noche (España, 2001; Puerto Rico, 2002 y Alemania, 2005), Si Cristo te desnuda (Cuba, 2001; España, 2002 y Alemania, 2006), Entre el miedo y las sombras (España, 2003 y Alemania, 2007), Santuario de sombras (España, 2006 y Alemania, 2008) y Largas noches con Flavia (España, 2008). Su libro Jineteras obtuvo el Premio Internacional Rodolfo Walsh 2007, a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española durante el 2006. Santuario de sombras se alzó con el premio NOVELPOL de los lectores españoles a la mejor novela negra publicada en el 2006 en España y en el 2008 obtuvo el Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona, de España, con su obra Largas noches con Flavia. Su obra narrativa ha sido elogiada por escritores como Augusto Roa Bastos, Manuel Vázquez Montalbán y Mario Vargas Llosa. Acaba de publicar una historia novelada sobre la capital cubana: La Habana. Puerta de las Américas (alMED Ediciones, España, 2009).

Sitio web oficial: www.amirvalle.com

Blog: A título personal

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3 comentarios:

  1. En vista de que el nuevo sitio web puede demorar un ratico, agradezco publicar algunos trabajos que me fueron enviados: seguimos de obras, y en el camino!!

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  2. Esperando y deseando que este libro de Amir Valle pudiese encontrarse pronto en todas las librerías de España... y de seguro tendrá el éxito que merece!!.
    Saludos cordiales.

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  3. Este libro de Amir Valle seguro tendrá repercisión pues muy pocos escritores desean poner sus dedos (acostumbrados a las plumas y a al teclado del ordenador) en esas llagas, ya lepras de la sociedad cubana. Alberto Lauro

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