miércoles, 4 de agosto de 2010

"El doble sello de L. Santiago Méndez Alpízar, en Bagazo: poemas iberos"

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"El doble sello de L. Santiago Méndez Alpízar, en Bagazo: poemas iberos"

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Por Margarita García Alonso

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“Se enmarañan en la poca lógica del bulto. A la indiferencia y la falta de tiempo”; sentencia la primera página del poemario “BAGAZO: poemas iberos" número 0, de la Colección Atocha de Poesía Hispanoamericana, creada, tramada, deseada por el poeta L. Santiago Méndez Alpízar, en Madriz.

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Conocí a este cubano –viene de San Juan de los Remedios, pueblo perdido en el centro de la isla –en el mítico café Libertad 8 - confluente de Chueca y de la Gran Vía- mientras recitaba versos de ¿Entoncesm, qué? , antología publicada por Verbum.

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Leía poemas y dejaba caer las páginas al suelo, tiraba algunas como hacemos con todo lo que desacralizamos, vencemos o nos duele demasiado para ser sostenido por el cuerpo y cae por peso, por gravedad y suerte, a transformarse en pasto, materia susceptible de matarnos o de germinar.

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La sala estaba en penumbras, y ofrecía entreactos bajo la voz y los acordes de la guitarra de Julito Fowler, quien retomaba versos, incursionaba en “con tantos palos que te dio la vida”, mientras en la mesa aledaña los ojos negrísimos de Maria Elena Cruz Varela y los míos se perdían en el estruendo que provocaba el viajero, las causales y caminos del exilio.

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La movida no escondía la frase que identifica la esquina cubana donde Chago tuvo que probar- sin dudas- que era un hombre que manejaba principios y no dejaba pasar al intruso e hipócrita misionero , y que me hizo recordar la predisposición que poseo a ir directo, poco aconsejable en materia poética, si no fuera por el aval de Antonio Machado:

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“Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad. Pensad que escribís en una lengua madura, repleta de folklore, de saber popular, y que ése fue el barro santo de donde sacó Cervantes la creación literaria más original de todos los tiempos. No olvidéis, sin embargo, que el «preciosismo», que persigue una originalidad frívola y de pura costra, pudiera tener razón contra vosotros cuando no cumplís el deber primordial de poner en la materia que labráis el doble cuño de vuestra inteligencia y vuestro corazón [1].

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Mi estancia en Madrid era incierta pero Chago- así le llaman -estaba de brújula y era yo la que andaba “enmarañada como un bulto sin lógica”, con un ángel humeante de Malasaña, por la única ciudad donde se aclara el exilio, el entredicho, la fabada, el aire… y supe que se preparaba el presente libro.

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L. Santiago Méndez Alpízar abandonaba esquina, maleficio, y devino ciudadano, y padre, todo en ese tiempo de inquisidor del pulmón, de los ovarios de la ciudad, quien en amante secreta se desvestía y lo llevaba por la callejuela , hasta entonces desconocida, donde el poeta amaestraba las resistencias y sellaba su incorruptible autenticidad.

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Chago disfrutaba del equívoco que provocaría en los contemporáneos; no necesita plantarse en ningún barrio para que el verso fluya inmenso y le transporte al libro que recomiendo hoy, la cabeza en los demonios de Fuencarral.

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Cuando me llegó el manuscrito de los poemas ibéricos, dibujé incesantemente, celosa de hermanarme a quien allá permanecía- como nombra, en la contracubierta del libro, Iván de la Nuez - en ese Madrid infierno.

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Infierno desconocido para el que no haya puesto el pie en Europa, y que me acusen de madrileña bastarda, quien jamás asuma el riesgo –lo hizo Martí en su época – de tirar el bulto en la ciudad.

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Infierno de connotación humana, lugar de posible vida, nada regalado, todo te lo ganas, en fin, semejante al destino poético. El resto, incluidos los lugares paradisíacos y la superchería de pacíficos escaños donde detener el tiempo del destierro, hieden a refugio barato, a andar en grupo protector, y quedan en la muestra de preciosas bibliotecas que escudan rebuscadas resonancias , ecos de cántaro perdido, paraísos aburridos, y por tanto, desesperados de lustre, ajenos al transito terrenal. En Madrid se está consigo mismo y la ciudad. Basta.

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L. Santiago Méndez Alpízar me enseñó cuando dice: “No es tradición ni cabeza de guanajo …Eran los sueños que surcaban al niño de dormir con la cabeza en el excusao”, que era culpable de proferir la palabra exacta, nombrar el lugar justo, donde cualquier invento tropológico, nomenclatural de la fauna poética, sería plumita de pájaro real, mientras él no se atrevería a meter vaselina al verso.

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No me engañó, los papeles estrujados en Libertad 8 han dado paso a quien, hoy por hoy, ha realizado, quizás sin saberlo, el tránsito de la forma y la creencia (fe). Fe en la razón, mermando la rabia del que escribía como si se sintiera traidor de abandonar la isla, y se autorizara la coherencia moral, largando amarras como poeta y hombre.

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Es evidente la reconciliación del que no partió de vacaciones, desembarca en la península y dentro de la poesía contemporánea hace academia, deja testimonio de como batió remo y surcó aguas -extraño viaje de ex colonizado que conquista, impone presencia –no la desesperada que cargaba - la presencia, la entidad que asume el astro, el diablo, la sílaba del escriba y su tiempo.

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Bagazo es un poemario “documentado “, “tiene papeles”, es un libro bien escrito, bueno, fuerte, homenaje a Madrid que le ha limpiado, (o lo contrario), le ha cambiado los ojos.

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Ha abandonado Las Barranquillas “el joven que vive en la calle y les voy a mostrar varios ejercicios de Contorsionismo. Luego ustedes me dirán lo que bien puedan. La voluntad

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Bagazo, quizás para el que desconoce Cibeles- que no es plaza, mujer en carro de mármol, y sí violento mareo: a la derecha El Prado, Reina Sofía y donde Chago vive; a la izquierda la mano en bronce de Botero, que acaricia Nuevos Ministerios; al frente La puerta de Alcalá que te desnuda para que puedas confundirte en El Retiro, quizás sea la invitación a que busque urgente “las cartas que se quedan en Correos , que no salen de una caja repleta de destinos errados. Cartas compartidas con vecinos fantasmas...”, no como destinación turística, que se adentre y respire la esencia de quien allí escribió.

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¿La visión poética ha mutado el ADN humano o es a la inversa? Chago, físicamente marcado por cruces de razas, ha abandonado la soberbia, la vanidad del creído cubano, para entrar al corazón de Callao por la Puerta del Sol, con un orgánico poemario, que araña, grafitea los muros del metro, y por natura conspira frente a la mujer que le hizo padre.

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El formato del libro fue diseñado por Andrés Mir, cabe entre las manos, es aireado como meritan los poemas de Chago, quien corta el verso como bien le place, maneja la fragilidad humana, la fibrilla rota, cualquier desliz- diría, como poetisa que tiene horror “a eso”- “femenino”, sorprende con el machetazo. Debe tachar, pulir mucho, aunque no lo confiese este hombre, cuando entrega a la imprenta el tronco.

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Javier Gazapo le legó línea fuerte, tinta negra al dibujo de la portada, donde la ciudad de enormes ojazos y cola se desliza entre los edificios, esos que veía desde la ventana de mi patio interior, antes de regresar al norte, a morir.

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"Bagazo: poemas iberos" -ajeno a detrimento, es esencia de lo mascado- un delicado poemario de auto-violencia, acunado por la intensidad de la transformación. No es, de ninguna manera un poemario mensajista, atragantado; no tiene que demostrar nada; enhorabuena a este libro Per se, a la Colección Atocha, al canto ingente de L. Santiago Méndez Alpízar. -
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"Bagazo: poemas iberos" puede ser solicitado a , Amazon, La Casa del libro, y en estas librerías.



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