miércoles, 13 de febrero de 2008

TRES POEMAS (inéditos) DE: José Kozer. (La Habana, 1940)

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--Tres Poemas (inéditos) de José Kozer en Efory Atocha

-------------ASÍ DE SENCILLO


Ryokan

se colocó de espaldas (en un rincón) mirando a la pared: rostro

inclinado, los pensamientos irán

cayendo por el plano inclinado

de la sombra de su cabeza, en

la pared: uno a uno, tolvanera.

Lo fundamental es que vayan

cayendo uno a uno: surgen, se

enredan (no demasiado) se

deslizan: se disuelven, tras

estar enervados. La cesta de

mimbre implica un trayecto

fijo dos veces por semana,

un altozano, pinar, agujas y

piñas resecas por un desvío

del sendero principal: Ryokan

entiende que la verdad se halla

con más facilidad (la quietud)

en los caminos comarcales:

entre raíces adventicias:

amentos son orugas; drupas,

glotis; bamboleos del junco,

bayaderas. Y así la vida de

las imágenes. Recoge ajedrea,

diente de león, verdolaga.

Recoge unas flores silvestres

para Kwannon. La cesta de

mimbre se deshace, cae a sus

pies hecha pedazos, unos

bicharracos se desbandan, el

asa se reconfigura paradigma

de circunferencia plausible: se

disuelve aún más en abstracción,

lo cóncavo: dominio del vientre

materno. Un eje imperioso de

galerías interminables los

hormigueros. No puede prescindir

la hormiga de la lombriz de tierra;

ni la oruga: reconocerse el ojo en

las concavidades. Eso podría ser

otra historia. Empezar a fabricar

más tarde (por ahora permanece

inmóvil) otra cesta. Hacen falta.

O si no que lo diga el hambre. Y

uno y todos los seres herbívoros

de la Creación. De espaldas

Ryokan prepara un plato hondo

de verdolaga, dos setas rojizas,

cebollín. Y sin mover el cuerpo

en efigie, junta las manos, inclina

la cabeza (acción de gracias):

espanta la pesadilla de anoche

que de nuevo irrumpe, parece

imán la negrura descabellada del

caballo (tábano) descompuesto

en el aire gris oscuro, aire espeso,

fracción las ancas (titubeo) fracción

los cascos (muerde el tábano) crines

a un lado: la cabeza en sentido

contrario a la grupa intentando

recuperar (¿quién, damas y

caballeros, rasca la grupa de

un caballo?) sus largas patas de

corcel (cayó a sus pies el tábano):

de jamelgo: caballo matalón: sin

resurrección. Ryokan se apiada,

coloca el plato hondo de ensalada

(suerte que estaba sin aliñar) entre

las patas de la pesadilla: se esfuma

el equino, gran destreza el viento.

Praderas, vacías. Establos, vaciados.

Y un herrero, delantal de cuero,

buscando bajo un yunque de paja,

una herramienta despojada de su

forma: orín cayendo, por un plano

inclinado, de la cabeza a una

concavidad sin fondo. Ryokan

precisa compañía (Buda lo insta

a tener compañía): tendrá que

moverse, mudar de ropa, salir

(cesta en mano) a recoger unas

yerbas suficientes para un

almuerzo improvisado tras invitar

al cuervo, al centauro, a la monja

Teishin. Idea, antes de dar un paso,

diversas tareas que lo ocupen durante

las semanas venideras: fabricar una

canasta del doble del tamaño de su

cesta; fabricar dos jícaras de arce;

dos juegos de cubiertos de madera

preciosa; dos pañuelos de hierbas,

en uno flor de ciruelo, en otro flor

de naranjo. Se gira (aún no se

mueve) va y viene por un sendero

de drupas, bayas rojas que le

recuerdan las pelotillas del laurel

de Indias, consigue por primera

vez en su larga vida ir y volver

por el camino a la entrada de

su casa sin aplastar ni bayas ni

drupas (y eso que oye crujir

todo el tiempo). Fabricar dos

pares de sandalias (medir a la

tarde el pie de Teishin). Ryokan

se vuelve de nuevo (acaba de

plantar el pie derecho que

sostuvo más de una hora en

alto, postura de la grulla): de

espaldas se sostuvo (rincón)

mirando a una pared. Liberado.

Tal es así, túnica y vuelos,

franjas, ideogramas, que se

echa a bailar (a solas): y son

dos. Ryokan y sus pensamientos

(disueltos) Teishin (real) está al

llegar. Baila, ríe, trasudan en su

derredor las especies: sin dejar

de bailar pone el mantel de

algodón a cuadros, en un

cuadrado cabe la taza de vino

de ciruela que ni a la medida; en

otro cupo a la deriva (salud) la

taza de

saké.

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------RETRATO DE GUADALUPE ENFRASCADA


Guadalupe

de

perfil

en

el

balcón

(sin

jolongo)

un primer asalto de canas, pantalón corto de caqui, arrugas,

camiseta gris, la luz la traslada

de su luz interior, ya verdadera,

a una luz posterior, imparcial

por imperecedera (notable que

nos distinga a los tres desde lo

desconocido, por ese sendero

de grava común y corriente, a

ambos lados canteros de

cornalina). Haya agua (verla

correr) donde no hace falta

fuego: la miro leer desde lo

increado un libro que la tiene

encandilada, inmersa yo no

existo, grave lección: mientras

la miro no quiero pronunciar

su nombre, me da miedo se

vuelva un sustantivo, grava y

cornalina, ni propio ni común,

la asalte la inexistencia: en la

noche se desprende la corteza

envejecida del sicomoro oriental

frente a casa, la luna se llena de

un follaje inmaterial que pretende

semejar a la vez las primeras

manchas de vejez en los brazos

de Guadalupe, y lo sobrenatural,

a las seis: son las cuatro de la

tarde, lo sé de soslayo, las seis

de lo ulterior: las mismas seis en

las pupilas leyendo de Guadalupe,

la grava cruje, en los canteros del

sendero crece helecho, plantas

crasas, la rosa morada de la

literatura (¿qué lee?). ¿Magris,

Moravia, Musil? Tiene, tiene

vida por delante, me tranquilizo,

respiro al unísono, de aquí a la

zeta todavía veré llover. No me

atrevo a interrumpirla, susurrarle

no lea demasiado, la omega por

lejana siempre está cerca, qué

prisa tiene. Sigue inmersa. De

perfil. Me coloco de perfil a fin

de forjar una recta fija de la sala

(tras la puerta ventana) al balcón:

hela aquí, sentada, leyendo, acaba

de cruzar las piernas, una rosa

morada oscurece la tela de la

camiseta, y eso a la altura del

pecho derecho, ya no mana, ya

no filtra la Nada aquel pecho

primero, seno, caverna del sentido

que diera de mamar (original).

Rosa morada de helechos rodeada

invade su vientre (ineludible su

condición materna) de las partes

pudendas a la rodilla derecha,

dolorida a causa del reuma, aún

quedan unas horas (de lectura)

luz natural: que lea, que lea.

Nerval, Nabokov. Ogden Nash.

¿Y éste quién es? Yo se lo

recomendé. ¿Y a Mallarmé?

Ay no, qué pesadez. Aquí nos

bifurcamos. Las seis. En el reloj.

Del comedor. No la hora ulterior

ni la de libro que de perfil cerró

hace un momento. Estruendo.

Dos piezas a la mesa, una marfil,

otra ósea. Dos jarras pequeñas de

saké caliente, una fuente de atún

crudo a la japonesa, fuente y jarras

se orientan de por sí de

perfil

secundando

el

semoviente

paso

de

las

estrellas

que

Guadalupe

mueve

(a

me

atolondran).

-------

---------------NO PUEDE DECIRSE MÁS


Noche

cerrada.

Deambulo

por

la sala, inconexa la hora, incierto el movimiento del cuerpo,

ido a no sé dónde, atolondrado

no sé por qué causa primera:

un instinto vertical me lleva

a detenerme un momento,

vaciar la mente, juntar los

pies, diría que obligarlos a la

unidad de la grulla haciendo

la digestión a la orilla de una

laguna, largo rato sobre una

pata (no hay mayor sobriedad).

Quiero

Dios.

Quiero

Buda

sin la salvajada de la reencarnación. Paso la mano por el

lomo en hileras hasta el techo

de los libros de mi biblioteca,

me han esquilmado, los he

descoyuntado, conformamos

(ojo y renglón) dos derrotas:

una yunta que en resumidas

cuentas fue y vino, va y

viene, deambula (a veces)

en la noche cerrada.

Cruzar

el

Jordán

y

tener un gran cuidado es lo prescrito. Siempre a expensas

de alguien, en este caso,

los cananeos. ¿Qué se le

va a hacer? Como suele

decirse, nada es perfecto.

Mi confusión es grande,

y en parte divertida (por

temperamento). Y me

concibo ante el Tabernáculo

de la Reunión colocando

una pirámide de frutas

(naranjas que son manzanas,

y en sazón, mandarinas de

Argelia) para Buda.

Un

butacón

de

cuero

donde quepo, ya que tanto he adelgazado, tres veces. Me

siento, y en cristiano me

persigno, en judío me

llevo, tres golpes de

pecho, la mano a la

cabeza (ahí reposa un

momento). Y me voy

diciendo, palabra a

palabra, pali subvertido

inglés, revertido por mí

al castellano, el Sutra del

Corazón. Sutra de sutras.

Cantar de cantares. Y

Padre de nuestros padres.

Callo. Soy un irreverente.

Un timorato. Ántrax.

Carbunclo. Gusarapo.

Dios retrajo de mí su

mano sometiéndome a

la desconcentración.

Regreso

a

la

habitación

donde duerme a fondo Guadalupe, me cercioro que respira,

que duerme a fondo, me

sumo a su respiración, no

alcanzo su fondo. A ras

repito el Sutra del Corazón.

El aire es viejo, el fuego

se ha hecho astillas, ebrio

de oscuridad regreso de

un

vuelco

a

la

última

premonición.

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