miércoles, 6 de febrero de 2008

Un Relato de, Mónica Madrigal García, La Habana 1983.

----
-Un Relato (inédito) de, Mónica Madrigal García.

----

LUCÍA

Tenía apenas 16 años y muchas ganas de que me pasaran cosas, por eso no me volvía nunca después de una despedida, para no quedarme con esa sensación de quien deja algo. Me faltaba todo por conocer para empezar a extrañar desde tan temprano.

Mi vida sería corta, pero muy intensa, así lo había previsto mi cabecita loca. A lo único que le tenía terror era al matrimonio y a ser madre. Los hijos y el marido te quitan la vida, haciéndola suya. Te desordenan a tal punto la existencia que terminas dejándolos decidir por ti. Una vez que esto sucede, tus actos comienzan a ser predecibles y le sigue toda una cadena de rutinas inevitables.

Por eso quería morirme joven. De cualquier forma tendría que casarme, pero mientras menos años durara el martirio, mejor.

Lo que no había previsto mi mentecita ajena era que cuando los años pasan, uno generalmente va creciendo, y generalmente también, se convierte en un cobarde adulto, y trágicamente, en un insoportable viejo.

En fin, el tiempo, mala costumbre tiene de escapar...

ANA

Mientras tanto era dueña de mi ingenuidad y soñaba despierta y era feliz. Por eso no comprendía cuando Ana me hablaba y tampoco me importaba.

_¿Cómo lo logras?_ Me pidió aquella noche, con su vida de mierda.

_Todas las mañanas, antes de salir,_ comencé a contarle despacio _me miro al espejo y digo: Sé feliz, porque "la vida es bella".

_No,_ contestó ella decepcionada con mi pobre solución _no es tan fácil... Eres una niña_ continuó en tono de lástima y con su mano cansada sobre mi cabeza _mi ángel, tú eres de otro planeta, este mundo no fue hecho para ti_.

Ese día juré que nada ni nadie me haría triste como a Ana, así que puse todo mi empeño en detener el tiempo, en no crecer ni un milímetro más.

EL DIVORCIO

Por esa época se divorciaron mis padres. Me encantó la idea, volverían a ser libres, dueños de sí mismos -Dios mío, dieciocho años de casados, no quiero ni pensarlo-. Las personas más importantes de mi vida... ellos sí que no eran cobardes adultos. Así fue como descubrí el remedio para exterminar el consorcio. Total, si llevaban una subsistencia horrible. Ambos trabajaban, tenían las tareas de la casa repartidas por igual, casi todo con un horario aproximadamente fijo, dormían juntos y hacía ya muchos años que no se amaban.

Ya me decía yo que nada era eterno. Yo viviría con mi madre y pasaría largas horas con mi padre. Y entonces aparecieron los problemas, ellos ya no tenían dueños y yo obtenía dos. Mi tiempo estaría compartido por el resto de mi vida. Nada de fiestas, ni chicos, porque en ese momento, yo acompañaría a uno de los dos. Como si en vez de una hija tuvieran una enfermera.

Me quedé encerrada en mi cueva tres días. Estaba triste, como pocas veces... Hasta que al fin salí y les expliqué a los inválidos:

_Me mudo a casa de mi abuela, y como estoy toda la semana en la escuela, he decidido que me pueden ir a visitar de 4:30pm a 8:00pm, uno el sábado y otro el domingo_.

_¿Qué te pasa, Lucy?_ preguntó mi madre extrañada, al mismo tiempo que mi padre muerto de risa decía:

_¿te has vuelto loca?_.

_Lucía_ repliqué furiosa, ante el tono de burla _además, no les estoy pidiendo permiso, se los estoy informando_ aclaré, creyendo derrumbar así la amenaza del divorcio.

_Bueno, pero prepara tus cosas, que ya tu madre se ha decidido por una casa y mañana nos mudamos_ se levantó y se fue como si no me hubiera oído.

Acabé por comprender que no había arreglo, mi suerte ya estaba echada, así que recogí mi bagaje, sin pensar más en las consecuencias de la separación.

Al día siguiente nos levantamos muy temprano, y sólo entonces me enteré que mi padre viviría en la playa y nosotras al centro de la ciudad.

LA CASA

Nuestra casa era pequeña y verde por fuera, el color de la esperanza, al menos era una buena señal... Sus ventanas y puertas blancas, por dentro color hueso y los cuartos azul pastel. Me encantó desde el principio, pero mi madre se quejaba de que disponía de muy poco espacio. Tenía un jardín que obviamente hacía años no se limpiaba.

EL NUEVO ORDEN

La verdad que me costó bastante adaptarme a mi nueva vida. Desde que llegaba mi mamá protestaba por cualquier cosa y exigía un orden enfermizo. Mi papá, pasaba largas horas sentado en su terraza viendo el mar, fumando y leyendo; y eso era precisamente lo que yo hacía cuando iba a visitarlo, excepto fumar, que lo sustituía tomando té. Yo también sufrí transformaciones monótonas. Dejé poco a poco de hablar y de reír, más por vagancia que por tristeza, pero los adultos lo malinterpretan todo... Me abandoné de los estudios y de todo tipo de contacto social.

LA CONSPIRACIÓN

Hasta que alguien puso encima de mi mesa una frase de Cicerón que decía: “Vivir sin amigos no es vivir”. Mi profesor guía me recitó una disertación sobre la importancia de aprovechar al máximo el tiempo y comenzó explicando que este no se detenía, ni expiraba y que a diferencia de él yo si fallecería algún día. Y como todos se habían puesto de acuerdo para conspirar en mi contra, me animé mucho, por primera vez, con que ganáramos la emulación y nos fuéramos un día antes.

Cuando llegué a la casa mi madre aun no volvía del trabajo y me sentí felizmente sola. Preparé una jarra de té y salí al portal a mirar mi descuidado jardín. Al fin llegó la que faltaba, me alegré de verla, aunque cinco minutos más tarde ya me estaba arrepintiendo:

_Te crees que es una gracia dejar de comer por tomar hierbas que lo único que te traen son vicios?_ cuestionó en su inflexión habitual de voz, bastante alto, por cierto _¿Has pensado que vas a hacer el día que te falten?_ insistió sin la menor contemplación.

_No sé mamá, no sé... déjame en paz_.

Salí de la casa volando y alcancé a oír cuando escandalizaba:

_¿a dónde vas?, ten cuidado, que últimamente andas medio loca_.

Tenía ganas de huir y desaparecer, pero la cotidianidad irrumpe avasalladoramente, y terminé en un cine con una comedia española. Al salir me di cuenta que era muy tarde porque el cielo estaba gris, y parece que yo no fui la única que lo noté, porque mi mamá, me estaba esperando como cosa buena y “para variar” empezó a gritar:

_¿Dónde tú estabas chica? ¿qué hora te crees que es? ¡Contéstame!_ gritaba histérica al tiempo que me sacudía sintiendo mi vista perdida en el vacío y mi pico cerrado como si no la escuchara _que va, ahora sí que tú estás mal, voy a hablar seriamente con tu padre, porque esto no puede seguir así_.

LA REUNIÓN

Al día siguiente había reunión de padres y estuve tentada a no avisarle, pero una vieja chismosa, mamá de una de mi aula, se me adelantó... Enseguida que lo supe le dije que lo que restaba de fin de semana me lo pasaría en casa de mi abuela, pretextando que hacía ya como un siglo que no la veía y que la extrañaba mucho. Ella asintió, porque mis pretextos eran buenos y no había razón para sospechar que realmente escapaba de la tediosa reunión.

EL TEATRO

Esa semana me la pase metida en el teatro, que últimamente era el lugar que más me agradaba en el mundo. Siempre se mantenía a media luz, excepto el escenario que si estaba muy iluminado. Uno allá adentro podía usar el uniforme como se le viniera en ganas, o no usarlo. Mi profesor, tildado de gruñón, era el más pequeño de todos; pero yo, que lo conocía bien, sabía que, lejos de ser el más pequeño, era el más grande de los hombres.

Ya había olvidado la reunión y hasta creo que estaba feliz, pero no me salvé, es más, fue peor el remedio que la enfermedad; porque mi abuela, para colmar con la gota que le faltaba a lo que mi profesor le había aconsejado de que yo necesitaba urgente un psicólogo, también llamó a mi madre para decirle que yo estaba rarísima, que no salí del cuarto en todo el santo día y que no articulaba palabra alguna, a no ser que fuera estrictamente necesario.

CONSECUENCIAS

Antes de entrar me senté un poco en el portal, cómo me gustaba mirar aquel desorganizado matorral..., pensé que allí podría sembrar té, así nunca me faltaría... Pero justo en ese momento salía mi madre que ya me estaba sintiendo, por supuesto que a esas alturas ya ella tenía preparado su discurso y escogido el doctor:

_Lucy_ empezó mal.

_Lucía_ rugí con todas mis fuerzas para mis adentros.

_Mi amor, ya me doy cuenta de cuánto te ha afectado nuestra separación, pero esto no puede ser un trauma para ti, tienes que comprender mi niña, uno no logra todo lo que desea en la vida. Además, será distinto en tu caso, tal vez tu matrimonio durará eternamente, sólo que debes elegir muy bien_

_Espero que sea eternamente bajo tierra_ susurré.

_¿Cómo?_

_Nada mamá, que tienes razón_

_Que bueno que entiendas, sólo me queda decirte que la semana que viene, empiezas a consultarte con un psicólogo_

Tuve inmensos deseos de oponerme, pero me callé, porque no quería seguir oyéndola.

LA CONSULTA

Desde que entré en la consulta me sentí incómoda, nunca me han agradado los lugares exquisitamente organizados y limpios, parece como si uno no pudiera moverse dentro de ellos. El doctor, un hombre mayor, de pelo blanco y nariz fina, dijo que por ser el primer día, sólo me haría un sicométrico y la próxima semana comenzaríamos de verdad.

A la semana siguiente, me dio los resultados del examen, alegando que yo era inteligente, organizada, egoísta, excesivamente perfeccionista y que le daba demasiadas vueltas a los problemas más insignificantes.

_Lo de organizada es mentira_ contesté bruscamente _y para lo demás no hacía falta la prueba, si me lo hubiera preguntado yo se lo habría dicho, me conozco muy bien_ me levanté y salí de aquel horrible lugar para no regresar jamás.

Mi mamá se dio cuenta enseguida de que ya no iba a las consultas:

_Lucy, ¿cómo te va con el doctor? ¿te ha cambiado el horario, por qué estás aquí todavía?_

_Lucía mamá, Lucía... El doctor ya me ha dado de alta_

_Lucía, ¿qué pasó?_ preguntó asustada mientras yo iba caminando hacia la puerta para evadir la respuesta _Lucía_ tronó de una vez, totalmente descompuesta.

Ya estaba infinitamente cansada de todo lo que sucedía y por primera vez sentí reales deseos de que me tragara la tierra, pero si en algo tenía razón la vieja, era en que uno no logra todo lo que quiere.

CATALINA

Me fui a casa de Carola, que era una de mis pocas amigas.

_¿Que te pasa, Lucy?_ preguntó alarmada, al verme.

No contesté, pero mis ojos y mi cara se llenaron de agua salada y ella me abrazó.

_A mí no me engañas, estás triste porque se separaron, egoísta, ¿te crees que eres la única que necesita libertad?_ dijo suave, como siempre. Quizá por eso yo la escuchaba invariablemente, no tanto porque tuviera la razón, sino por lo bien que sonaban las palabras en su voz.

_Tienes razón, a ti no puedo engañarte, pero por qué, por qué ellos Catín, con tantos casados infelices que hay en este mundo, ¿tenían que ser precisamente ellos?_

_Alégrate de que hayan sido ellos, precisamente ellos quienes decidieron ser felices y levantarse de nuevo, alégrate por ellos que son tus padres_.

_Tienes razón, me siento culpable... me voy_.

La estreché para despedirme y me fui.

EL REGRESO

Entré en su cuarto feliz, con ganas locas de contarle cuánto me complacía la separación, que la comprendía y que todo sería como antes; pero ella dijo solemne:

_No estés más triste mi niña, tú papá volverá con nosotras_.

Me ardieron los ojos y ella me apretó fuerte.

_¿Por qué lloras Lucy?_.

_De felicidad_ mentí como toda una cobarde.

Ella rió.

Era mi culpa de nuevo, los había obligado a regresar, a mudarnos otra vez y ellos no se querrían nunca más. Todo sería inútil, por más que lo intentaran sólo lograrían sentir lo que sienten dos viejas locas que viven juntas, un día se levantarían pensando que no podían estar mejor acompañadas y al día siguiente se lamentarían de estar condenadas por la compañía en vez de bendecidas por la soledad; sí, porque a veces la soledad es una bendición.

EL PUEBLO

Como cada semana volví a la escuela y al llegar a casa me anunciaron que permutábamos por una casa inmensa en un pueblo perdido en el medio de la ciudad, uno de esos pueblos que sólo se oye de ellos cuando algo malo pasa, pero que nadie sabe exactamente dónde queda. Se contaban de él historias de brujas y de cosas raras producto más de la imaginación de la gente que de la propia realidad, aun así yo tenía miedo como todo el mundo.

Cuando al fin lo conocí, supe que era mentira, todo era mentira, en aquel pueblucho no podía existir más que aburrimiento. Sus habitantes se habían quedado congelados en el medio evo y estaban muy lejos de la contagiosa y violenta realidad.

_Me niego, me niego rotundamente a vivir aquí, no me pueden hacer esto, es el lugar más feo que he visto en toda mi vida_.

_Mi amor, nuestra casa es preciosa, ya verás_.

LA CASA

En efecto, podía perderme en ella una semana sin esperanza de encontrar la puerta de salida. Tenía seis cuartos dos plantas y un jardín con árboles frutales. Por más que pensé no se me quitó nunca la duda de que para qué necesitaríamos tanto espacio nosotros tres...

-------------------------------------***

1 comentario:

  1. Muy bonita foto, es mia...
    ¿ y los derechos de autor?!

    ResponderEliminar