FÁBULA DEL ÚLTIMO (O EL PRIMERO) DE LOS DÍAS.
---------------------------------Por Jorge Carrigan
Primero fue el asombro
la existencia
espanto de encontrar la calma
la luz plateada bañando los dominios
luego el perfecto círculo irrumpiendo
frente al quieto misterio de tinieblas.
El disco vino a interponer su brillo
majestad soberana
ventura planetaria
que regiría
los animales y los pensamientos
al influjo celeste de su halo
tierra cielo y mar
destinos bienhechores y malvados
los que desencadenan las catástrofes
y aquellos que confieren la esperanza.
No había memoria de otra deidad
y el primer hombre
o el último
se dio implorante
al reflejo
turbado de espejismos
apetencia de clarificarse.
El fresco del mar le empapó el cuerpo
culto originario
plenitud de la primera vez
humedos los ojos como cuencas salinas
para hablarle a la luz:
Si eres tú Dueña de las Alzadas, ama hacedora de todo cuanto ocupan la vista y el oído. Si has impedido al catecismo la brutal engullida del fruto de mi carne, que es tuya y mía a la vez, para iniciarme en la manera mansa y agradable de habitar los espacios. Si eres deidad ternura y avenencia la que instaura el deleite que lactarán los nuevos habitantes de este ámbito desierto; serás pues venerada y expuesta en grandes tabernáculos que los mares envuelven. Si velas por las hembras que vendrán con vientres abultados y profusiones mínimas ganando envergadura en medular tibieza, te reverenciaremos en magníficos templos. Pero si eres sombría, la que de noche clama lamentos y tinieblas con facha numerosa y solitaria. Si atenazas la oscuridad inquieta y la confinas en las profundidades; si chapoteas en selvas y florestas, serás ensalzada en incontables cultos y por profusos seres, pero no por los míos. Si eres tú quien destellando a través de los muros que cortan el sendero en dos, alimentas los valiosos gérmenes, vigor de tu humedad con brillo femenil. Si eres tú quien concede maravillado albor al delirio amatorio, te invoco.
Ayuda en mi infortunio; torna el día en clemencia, conduce mis albures, dispénsame la paz y bórrame enemigos. Deja a mis adversarios sin riesgos ni extenuados; suprímeles fierezas, entrégales sosiegos, restituye el aspecto al lugar del que vine y si alguna otra fuerza me acosa y soy presa y afán, concédeme la gracia de que, si vida no hay conmigo, la muerte venga a mi.
El silencio volvió a alisar su abrigo
y el primer hombre
o el último
perseveró
postrado ante la luz
hasta que la voz blanda
respondió:
Te hablo mortal sin nombre. Soy señora de todo cuanto existe; dueña de las esencias y substancias, de aperturas y cierres de los tiempos, altísima hacedora, soberana de las natividades; oriunda de los ápices, imagen axiomática indivisa. Con energía gobierno la refulgente copa, los vigorosos alientos marinos, la inquietante mudez de las tinieblas, el universo con su inconmensurable altura. He sido entronizada con disparejos títulos. Los egipcios, que sobresalieron por su antiguo saber, me llamaron reina Isis; los Bantúes me nombraron Nzambi en la vieja Kimbanda y para los escandinavos tuve por nombre Odín, aun cuando ellos mismos me apodaran Njord. Fui Hamaquilla y Pachamama para el Inca, y también para el Quechua y el Aymara. Los eleusianos decían Ceres al mencionar mi nombre y Cheu-Sing me llamaron los chinos de antiguas dinastías. Mas para los Cheyennes fui Maheo. He sido Prosperita para los triparlantes de Sicilia y para los cretenses, diestros en el arte de lanzar saetas, fui nada más que Diana. Obalorum fui yo para el Yoruba, rey del cielo y Eleda el creador; y para los gordianos Pesinunte. Fumeritpits fui para los melanesios y los chipriotas, la ínsula golpeada por las ondas marinas, me invocaron con el nombre de Venus. En todos, sin embargo, he sido la idéntica, universal e indivisible. He observado las adversidades de todo el que ha morado esta masa terrestre y siempre rauda, benévola y serena en vuestra ayuda vine. Pero aquellos que me adoraron en plegarias incumplidas y su vil descendencia no comprendieron nunca que la armonía es un arcano descifrable y consagráronse a la devastación incesante y persistente de los otros, aun cuando les dijera que la ruina del ajeno termina siempre con la muerte propia.
Por eso a ti, que sacudiste el sufrimiento transitando desde la extinción de lo que antes viviera, te requiero que seques tu pulcritud sufriente. Los seres terrenales morarán los espacios de una manera mansa y agradable. Te ordeno, pues, alejarte de las inquietudes y mirar lo que hoy verán tus ojos.
Incorporose el hombre
y del agua una beldad manó
de perfil tan hermoso
que habría provocado la admiración de arcángeles.
Muy despacio volviose carne y alma
y los sentidos del mortal sin nombre
percibieron
cómo vino la efigie
a posarse ante él.
Sobre los hombros de la diosa
hirsuta pelambre
encrespada y vasta
una maraña de tallos y flores coloridas
cayendo desde el cuello
cubrían en disyuntivas
etéreas desnudeces
dejando al descubierto
ora aquí ora allá
otras también divinas.
En la tesura de la piel
con sinuosas y acabadas formas
había feminidad
como en el resplandor
rojísimo
que despedían sus labios
la calidad de fresas maduras de unos pezones
de los que el mortal debería beber
para llegar a humano
y al sur
aquel perfecto triángulo
radiante y encrespado
que se posaba entre el final del vientre
y el lugar en que el cuerpo
deja de ser un tronco para cambiarse en dos extremidades.
El resplandor negrísimo
anunciaba que todo nacería en ese territorio
que el periplo al origen
se iniciaría en ese matorral de vello y sacramento.
Aproximose el hombre
para besar
aquel delta azabache
y chispas luminosas
de cielos y gemidos
entregaron su brillo
en el primer contacto.
En el cuerpo de la altísima dama
resplandecieron fulgurantes rayos
de calidez extrañamente dulce
mientras
entre las piernas del mortal
latía la certeza
de que él mismo sería el complemento
del inaugural enlace.
Mil sublimes impulsos se agitaron
y la fragancia deleitosa
que expelían los cuerpos
se extendió
mecida por el viento.
Cruzar el pórtico
El conducto que lleva
a la fibra divina
fue indecible
y la ruta volviose blanda, tibia, palpitante;
con la emoción y el vértigo
de quien se escurre hacia la eternidad,
donde el gozo conquista majestad genuina
sin daño o maleficio
fruición
modo excitante
que en estas ocurrencias
llega a la infinitud.
El desborde de potentes efluvios
cambió en uno los jugos
de deidad y mortal,
y el milagro ocurrió.
Las hojas de los árboles
------------------los insectos
los reptiles
las aves
se agitaron
mientras hembra y varón perpetuaban
vibrantes movimientos
que tornaban cada elemento
en elementos vivos
y el mundo otra vez
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