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Tres poemas (inéditos) de Arístides Vega Chapú

----PARA SER ESCRITO EN UNA POSTAL
en el Morro santiaguero,
frente a las aguas del Caribe
que quiebran con perseverancia alguna porción
de la extensa costa
que paraliza la corriente,
me creo feliz.
Cómo no pensé antes
que hasta aquí podía llegar
y sumar a mis anteriores visiones
esta idílica visión
en que mis ojos ordenan al mar prologar su insistente compás
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CONVERSANDO CON PESSOA SOBRE L.A.
apenas sin dejar rastro
pasan las mil lunas que prefirieron
el otro extremo del crepúsculo,
para que su escasa luz nos aproximara.
Se proyectan contra noches como estas
como ciegas aves penetrando en la venidera estación,
para luego retornar por un camino más recto
en que siquiera su tenue luz
--—que cobija a los amantes, —
es un obstáculo.
Como si de nada sirviera estar vivo
y estuviese castigado a la soledad
observo el cielo
con la obsesión del que necesita predecir
más allá de estos días.
Aprendamos que la vida pasa,
tal y como no los advirtió Pessoa, a orillas del río,
con las simples palabras con que escribió un poema
sobre el sosiego y lo efímero,
en el que no tuvo rubor de llamarte por tu nombre.
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----POSESIÓN DE LAS IMÁGENES
me siento sobre mí
a falta de la sombra de quien amo.
Reconozco en la noche a mi rival.
Estas palabras me pertenecen,
las extraje previendo el caos
de un alfabeto dictado por el dolor.
Son también respuestas
a otras palabras que aún no he pronunciado,
temeroso de la distancia
para reconocer el miedo
de la víctima.
Temo al golpe
o más bien al vacío que provoca.
Nunca he estado en paz con el arquero.
Sus deseos causan duda
y no soy hombre que pueda traducir el rencor.
Tampoco creo en el alivio
de la soledad,
por lo que he pactado
en su aparente oscuridad
adivinando la imagen que detrás aguarda.
Probarte una y otra vez
que puedo sostener el equilibrio
de la cabeza,
picoteada por pájaros
que olvidaron cuál de los cielos
—de los que no protegen paisaje alguno—
le pertenece.
Pero no me pidas
otra manera de reconocer la felicidad.
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