-- --Tres Poemas (inéditos) de José Kozer en Efory Atocha
-------------ASÍ DE SENCILLO
inclinado, los pensamientos irán
cayendo por el plano inclinado
de la sombra de su cabeza, en
la pared: uno a uno, tolvanera.
Lo fundamental es que vayan
cayendo uno a uno: surgen, se
enredan (no demasiado) se
deslizan: se disuelven, tras
estar enervados. La cesta de
mimbre implica un trayecto
fijo dos veces por semana,
un altozano, pinar, agujas y
piñas resecas por un desvío
del sendero principal: Ryokan
entiende que la verdad se halla
con más facilidad (la quietud)
en los caminos comarcales:
entre raíces adventicias:
amentos son orugas; drupas,
glotis; bamboleos del junco,
bayaderas. Y así la vida de
las imágenes. Recoge ajedrea,
diente de león, verdolaga.
Recoge unas flores silvestres
para Kwannon. La cesta de
mimbre se deshace, cae a sus
pies hecha pedazos, unos
bicharracos se desbandan, el
asa se reconfigura paradigma
de circunferencia plausible: se
disuelve aún más en abstracción,
lo cóncavo: dominio del vientre
materno. Un eje imperioso de
galerías interminables los
hormigueros. No puede prescindir
la hormiga de la lombriz de tierra;
ni la oruga: reconocerse el ojo en
las concavidades. Eso podría ser
otra historia. Empezar a fabricar
más tarde (por ahora permanece
inmóvil) otra cesta. Hacen falta.
O si no que lo diga el hambre. Y
uno y todos los seres herbívoros
de
Ryokan prepara un plato hondo
de verdolaga, dos setas rojizas,
cebollín. Y sin mover el cuerpo
en efigie, junta las manos, inclina
la cabeza (acción de gracias):
espanta la pesadilla de anoche
que de nuevo irrumpe, parece
imán la negrura descabellada del
caballo (tábano) descompuesto
en el aire gris oscuro, aire espeso,
fracción las ancas (titubeo) fracción
los cascos (muerde el tábano) crines
a un lado: la cabeza en sentido
contrario a la grupa intentando
recuperar (¿quién, damas y
caballeros, rasca la grupa de
un caballo?) sus largas patas de
corcel (cayó a sus pies el tábano):
de jamelgo: caballo matalón: sin
resurrección. Ryokan se apiada,
coloca el plato hondo de ensalada
(suerte que estaba sin aliñar) entre
las patas de la pesadilla: se esfuma
el equino, gran destreza el viento.
Praderas, vacías. Establos, vaciados.
Y un herrero, delantal de cuero,
buscando bajo un yunque de paja,
una herramienta despojada de su
forma: orín cayendo, por un plano
inclinado, de la cabeza a una
concavidad sin fondo. Ryokan
precisa compañía (Buda lo insta
a tener compañía): tendrá que
moverse, mudar de ropa, salir
(cesta en mano) a recoger unas
yerbas suficientes para un
almuerzo improvisado tras invitar
al cuervo, al centauro, a la monja
Teishin. Idea, antes de dar un paso,
diversas tareas que lo ocupen durante
las semanas venideras: fabricar una
canasta del doble del tamaño de su
cesta; fabricar dos jícaras de arce;
dos juegos de cubiertos de madera
preciosa; dos pañuelos de hierbas,
en uno flor de ciruelo, en otro flor
de naranjo. Se gira (aún no se
mueve) va y viene por un sendero
de drupas, bayas rojas que le
recuerdan las pelotillas del laurel
de Indias, consigue por primera
vez en su larga vida ir y volver
por el camino a la entrada de
su casa sin aplastar ni bayas ni
drupas (y eso que oye crujir
todo el tiempo). Fabricar dos
pares de sandalias (medir a la
tarde el pie de Teishin). Ryokan
se vuelve de nuevo (acaba de
plantar el pie derecho que
sostuvo más de una hora en
alto, postura de la grulla): de
espaldas se sostuvo (rincón)
mirando a una pared. Liberado.
Tal es así, túnica y vuelos,
franjas, ideogramas, que se
echa a bailar (a solas): y son
dos. Ryokan y sus pensamientos
(disueltos) Teishin (real) está al
llegar. Baila, ríe, trasudan en su
derredor las especies: sin dejar
de bailar pone el mantel de
algodón a cuadros, en un
cuadrado cabe la taza de vino
de ciruela que ni a la medida; en
otro cupo a la deriva (salud) la
taza de
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------RETRATO DE GUADALUPE ENFRASCADA
de
perfil
en
el
balcón
(sin
jolongo)
un primer asalto de canas, pantalón corto de caqui, arrugas,
camiseta gris, la luz la traslada
de su luz interior, ya verdadera,
a una luz posterior, imparcial
por imperecedera (notable que
nos distinga a los tres desde lo
desconocido, por ese sendero
de grava común y corriente, a
ambos lados canteros de
cornalina). Haya agua (verla
correr) donde no hace falta
fuego: la miro leer desde lo
increado un libro que la tiene
encandilada, inmersa yo no
existo, grave lección: mientras
la miro no quiero pronunciar
su nombre, me da miedo se
vuelva un sustantivo, grava y
cornalina, ni propio ni común,
la asalte la inexistencia: en la
noche se desprende la corteza
envejecida del sicomoro oriental
frente a casa, la luna se llena de
un follaje inmaterial que pretende
semejar a la vez las primeras
manchas de vejez en los brazos
de Guadalupe, y lo sobrenatural,
a las seis: son las cuatro de la
tarde, lo sé de soslayo, las seis
de lo ulterior: las mismas seis en
las pupilas leyendo de Guadalupe,
la grava cruje, en los canteros del
sendero crece helecho, plantas
crasas, la rosa morada de la
literatura (¿qué lee?). ¿Magris,
Moravia, Musil? Tiene, tiene
vida por delante, me tranquilizo,
respiro al unísono, de aquí a la
zeta todavía veré llover. No me
atrevo a interrumpirla, susurrarle
no lea demasiado, la omega por
lejana siempre está cerca, qué
prisa tiene. Sigue inmersa. De
perfil. Me coloco de perfil a fin
de forjar una recta fija de la sala
(tras la puerta ventana) al balcón:
hela aquí, sentada, leyendo, acaba
de cruzar las piernas, una rosa
morada oscurece la tela de la
camiseta, y eso a la altura del
pecho derecho, ya no mana, ya
no filtra
primero, seno, caverna del sentido
que diera de mamar (original).
Rosa morada de helechos rodeada
invade su vientre (ineludible su
condición materna) de las partes
pudendas a la rodilla derecha,
dolorida a causa del reuma, aún
quedan unas horas (de lectura)
luz natural: que lea, que lea.
Nerval, Nabokov. Ogden Nash.
¿Y éste quién es? Yo se lo
recomendé. ¿Y a Mallarmé?
Ay no, qué pesadez. Aquí nos
bifurcamos. Las seis. En el reloj.
Del comedor. No la hora ulterior
ni la de libro que de perfil cerró
hace un momento. Estruendo.
Dos piezas a la mesa, una marfil,
otra ósea. Dos jarras pequeñas de
saké caliente, una fuente de atún
crudo a la japonesa, fuente y jarras
se orientan de por sí de
perfil
secundando
el
semoviente
paso
de
las
estrellas
que
Guadalupe
mueve
(a
mí
me
atolondran).
----------------------NO PUEDE DECIRSE MÁS
cerrada.
Deambulo
por
la sala, inconexa la hora, incierto el movimiento del cuerpo,
ido a no sé dónde, atolondrado
no sé por qué causa primera:
un instinto vertical me lleva
a detenerme un momento,
vaciar la mente, juntar los
pies, diría que obligarlos a la
unidad de la grulla haciendo
la digestión a la orilla de una
laguna, largo rato sobre una
pata (no hay mayor sobriedad).
Quiero
Dios.
Quiero
Buda
sin la salvajada de la reencarnación. Paso la mano por el
lomo en hileras hasta el techo
de los libros de mi biblioteca,
me han esquilmado, los he
descoyuntado, conformamos
(ojo y renglón) dos derrotas:
una yunta que en resumidas
cuentas fue y vino, va y
viene, deambula (a veces)
en la noche cerrada.
Cruzar
el
Jordán
y
tener un gran cuidado es lo prescrito. Siempre a expensas
de alguien, en este caso,
los cananeos. ¿Qué se le
va a hacer? Como suele
decirse, nada es perfecto.
Mi confusión es grande,
y en parte divertida (por
temperamento). Y me
concibo ante el Tabernáculo
de
una pirámide de frutas
(naranjas que son manzanas,
y en sazón, mandarinas de
Argelia) para Buda.
Un
butacón
de
cuero
donde quepo, ya que tanto he adelgazado, tres veces. Me
siento, y en cristiano me
persigno, en judío me
llevo, tres golpes de
pecho, la mano a la
cabeza (ahí reposa un
momento). Y me voy
diciendo, palabra a
palabra, pali subvertido
inglés, revertido por mí
al castellano, el Sutra del
Corazón. Sutra de sutras.
Cantar de cantares. Y
Padre de nuestros padres.
Callo. Soy un irreverente.
Un timorato. Ántrax.
Carbunclo. Gusarapo.
Dios retrajo de mí su
mano sometiéndome a
la desconcentración.
Regreso
a
la
habitación
donde duerme a fondo Guadalupe, me cercioro que respira,
que duerme a fondo, me
sumo a su respiración, no
alcanzo su fondo. A ras
repito el Sutra del Corazón.
El aire es viejo, el fuego
se ha hecho astillas, ebrio
de oscuridad regreso de
un
vuelco
a
la
última
premonición.
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