lunes, 19 de mayo de 2008

"El Macho, La Selva Y El Periodo Especial"

El Macho, La Selva Y El Periodo Especial

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-------Por Camilo Loret de Mola


Quiso la suerte que me tocara compartir con Manelic Ramos Ferret mi primera visita a Santiago de Cuba, esa especie de musa criolla que alegró la vida de todo el que le anduviera cerca en los difíciles, especiales y habaneros años 90.

Ella, santiaguera de mucha alma y poco cuerpo, consagración de canela a falta de natillas, figura obligada entre nosotros, disfrutar de su guitarra, versos y escritos se convertía en un rito al que nos entregábamos gustosos, una vez extenuados de la cacería de difíciles y alados dólares o del naufragio diario en el agro mercado.

Manelic se fumaba sus pupilas, que como dos inmensos luceros, nos llevaban a trovar hasta el amanecer entretejiendo los bucles de la rubia cabeza de Fonseca.

Entre sus virtudes destacaba haber logrado publicar un magazín cultural de dudosa oficialidad, “Cubaneo”, que sin importar su exigua cantidad de ediciones, nos lleno los desvelos en las horas perdidas del laberinto habitual del apagón.

Este personaje asumió mi bautizo en tierras calientes y luego de horas de ensayos de cuanta catedral, plaza o puesta de sol conoceríamos, montamos juntos, con más bolsas que merienda, el carro de agua negra, que nos llevaría a sus predios de familia.

El camino de Santiago fue todo un carnaval gracias a ella. Sus ocurrencias, piropos a mulatas, cantos y declamaciones, nos hicieron olvidar lo sinuoso del trayecto, ella le puso brisa y alcohol al recape de las ruedas, además de su natural habilidad para remendar con cáñamo cualquier descosido del redoblante, que no dejó de repiquetear.

Fue tanto su empeño en alegrarnos la vida que cuando propuso paráramos todos en su casa, nadie se opuso, sería la consagración de las mareas, la luna llena imprescindible en enramadas.

Llegamos, su abuela, de la familia; lo principal, salio a recibirnos a la acera y luego de efusivas muestras de cariño la anciana nos aseguró que esa noche quedábamos en sus muros a probar su cocina divina y sazonada hospitalidad, que miseria entre muchos toca a poco, que burlarse del dolor hace florecer naranjos, pero entonces sucedió la tragedia.

La abuela, ente abrazos y revuelos de saya, le anunció a Manelic que en la casa, con ella, vivía un macho, confesión que provocó en Manelic una metamorfosis inmediata, Transformo en una especie de bestia que escupía improperios y espumas, pateaba el piso y gesticulaba como orate. Acuso a la abuela de loca, irresponsable, senil y cuanto adjetivo denigrante pudo recordar en ese estado de febril ataque.

En mi no cabía que un ser tan elevado y libre de prejuicios pudiera celar de esa manera el romance otoñal de su abuela, no lograba defender la menor de las coincidencias entre la poeta que iluminó el camino y el minotauro que ahora con bufidos de poseída y pasos de atleta olímpico, entraba en la casa.

Detrás corrimos todos, éramos fila, Manelic, sobrino, abuela y yo, disfrazados de mediadores, seguros del desplante que montaría y prestos a evitar que en su violencia repentina, echara del viejo castillo al intruso que, al parecer, perturbaba el equilibrio hogareño y se aprovechaba de una lujuriosa abuela, víctima de falsas pasiones de mancebos, en aquel país de pocas casas y muchas pretensiones.

La estampida breve terminó en la cocina, donde por fin y para mi total asombro, pude conocer al polémico macho.

En el espacio justo entre el inmenso óxido azul del refrigerador y las gastadas losetas del fregadero, reducido tras la endeble rejilla que servía de improvisado corral, un descomunal cerdo blanco, orinaba sonoramente, mientras con la punta de su hocico jugueteaba con los platos que, en equilibrio habitual y apilados unos contra otros, entrechocaban, mientras escurrían un destilado a base de agua, detergente y saliva de “macho”.

La abuela, a dos tiempos, esmerada en ocultar la marisma en que flotaban los plátanos y medusas del almuerzo de aquella especie de oso ártico, insistía en calmar a Manelic asegurándole que la bestia se llama Lorca en su honor, a lo que la mulata de mano en la cintura y sonrisa insultada, respondió con un ramalazo de verdor,

“Ese bicho de Federico lo que yo de puta”. . .

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Manelic hoy vive en España, lejos de su isla, sus poemas acusan una tristeza conocida para todos los que desde enfrente, en puntillas, tratamos de recuperar al menos, una brizna verde, aquí una de sus lágrimas.

A CUBA

A Cuba

Como cada vez mi pensamiento vuela

Un enjambre de abejas diminutas lo guía

Y una brisa de boleros a voces clamando

Su destino de sacrificio interminable

Ya perdido todo atisbo de avaricia

Diezmada la eficacia de mis sentidos

A Cuba vuelven siempre

mis ojos desgarrados

Un caminar y un caminar

Y unos versos de camino que apestan

a nostalgia.

Escojo el centro del patio y allí me planto

Junto al níspero y al abierto marpacífico

Miro la suerte de sus raíces

Los vestidos de sus estaciones

Y me siento encima la viudez de Cuba

Mi pelo cae en largos cogollos

Y mis pies se elevan con la hojarasca

Cegando la rebeldía del patio:

Yo solo tengo ojos para Cuba

Unos deseos como explosiones brillantes.

Huyo del sueno y de la mañana me salgo

Como el vidrio de su atmósfera

Para sus marañones y sus guayabas

Para sus mestizas razones

Alimento mi pájaro volador

Mis ojos sobre un mar extraño

Divagan pensando si el Caribe tan pícaro

Habrá colado alguna ola ...

A Cuba

Mis versos de camino apestan a regreso.

Manelic Ramos.

viernes, 16 de mayo de 2008

Entrevista a María Elena Cruz Varela

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"¿De dónde nos viene la idea de ser tan especiales?"
Entrevista a María Elena Cruz Varela.

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Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago.

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---------Del dolor

- ¿Cómo se forma “Criterio Alternativo” y quiénes lo formaron?

- Los primeros miembros de Criterio Alternativo fueron José Luis Pujol y Roberto Luque Escalona, me uní al dúo gracias a que Thais, la hija de Pujol, me presentó a Luque. Desde mucho antes sabía que era necesario hacer algo, aunque no tenía claro cómo ni qué. Nunca fui militante dentro del gobierno, tampoco tenía una idea precisa de hasta dónde podía llegar la represión. Ellos fueron los primeros opositores en activo de quienes tuve noticias y les agradezco mucho, sí, que me ayudaran a ver más claro todavía. El cuarto en unirse fue Fernando Velázquez Medina, redactor de la Carta de los Diez o Declaración de los Intelectuales, que dio paso a todo lo que vino después. Recuerdo con ternura no exenta de ironía, la mañana en que me aparecí, ingenua e indocumentada, en la casa del poeta Raúl Rivero, el primero en firmar. Después firmó el poeta Manuel Díaz Martínez y así, hasta llegar a los diez firmantes iniciales, hasta sumar veinte. Por extrañas razones sólo trascendieron algunos nombres, hubo “puristas”, críticos y todo lo que se podía esperar en una situación así, pero lo que nadie puede negar es que esa fue la primera toma de posición de un importante grupo de intelectuales cubanos en favor de reformas democráticas. No todos eran, ni fueron después, miembros de Criterio Alternativo, cuya historia debería ser contada en algún momento, digo, si es que…

Quisiera aprovechar el haber entrado en la memoria de esos años para rendirle un amoroso homenaje a uno de los miembros clave de Criterio Alternativo: Gabriel Aguado Chávez, uno de esos héroes que, conformes, cargan con el peso del anonimato, como la mesa sobre la que se sirve el festín y, consciente en sí misma de su propia importancia, no se anda pavoneando. De todo esto hay mucho, tanto que decir…

- Has hablado más bien poco de los días de cárcel. Supongo que por protección, saneamiento, se recurre a la distancia, a la protección.

Cuentan que escribías cartas a las demás reclusas. También he escuchado que las torturas no finalizaron durante toda la condena. ¿Tiene algún recuerdo amable, alguna tarde-mañana-noche, que te produzca una sonrisa, queda alguna amistad surgida en días de encierro?

- No recuerdo haberle escrito cartas a las reclusas, no le escribía ni a mi familia por varias razones: pudor y rechazo a la idea de que los extraños metieran sus ojos en mis bastante difíciles relaciones familiares; miedo a las constantes requisas y absoluta falta de concentración, pues tantas mujeres llenas de conflictos reducidas a un espacio mínimo y a una promiscuidad obligatoria, es algo difícil de imaginar por quienes no hayan paso por esa asignatura. En cuanto a las torturas en forma de presiones, amenazas y otras exquisiteces en las que los represores se especializaron, como, por ejemplo, las bien llamadas “torturas blancas”, famosas porque no dejan huellas visibles como hematomas u otras mutilaciones exteriores, no cesaron nunca, ni siquiera después de abandonar la prisión.

No hablo de mi etapa en la cárcel por la sencilla razón de que esa ya no soy yo, no se puede ser prisionero de algo o de alguien tantos años después, me he negado rotundamente a cederle todo mi poder a un hecho o circunstancia determinada, es como pregonar que los “malos” son más fuertes que los “buenos”, por eso no voy de víctima por la vida, ni tampoco le resto un milímetro de valor a lo que hice, digan lo que digan quienes juzgan del otro lado. Ten en cuenta que, estés donde estés, el otro lado existe y tú también eres el otro lado de algo. Quitarle importancia, ignorarlo, o considerar a la ligera una “locura” -como he tenido a bien escuchar y leer en las valoraciones de ciertos compatriotas, muy dados a la especulación pasiva- a lo que nos atrevimos a hacer en aquellos años terribles y confusos, no pasa de ser una simple pavura, agravada por la cortedad de miras que siempre nos ha acompañado. Lo que hicimos fue magnífico, glorioso, aterrador para la cobardía. Pero, a la luz del conocimiento, esa ya no soy yo, he crecido demasiado como para quedarme anquilosada en el estrecho marco de un acontecimiento de mi vida.

- ¿Usted perdonó a sus verdugos carceleros?, y: ¿A los que desde el exilio le exigían el sacrificio que ellos no habían realizado?

- Me he perdonado a mí misma todas mis ilusiones, por tanto, he perdonado todo y a todos, sin excepción, algunos habrá que sepan a qué me refiero, otros, los que no, tienen todo el tiempo de Dios para averiguarlo. Decidí ser una persona sana de alma y el perdón bien entendido, el que nace a partir del discernimiento, no el que pregonan los que todavía creen que este mundo es real, es el mejor de los desinfectantes para la mente que elige sanar. Y sí, tengo por lo menos un recuerdo amable de esos días oscuros, recuerdo a una niña de diecinueve años a quien le debo una gran lección. Observándola, aprendí que no vale la pena juzgar, no porque sea malo, sino porque es imposible. Nunca llegamos a saber las verdaderas razones de ningún acto y terminas comprendiendo que convives con las personas, no con sus delitos, que persisten porque nos empeñamos en no dejarlos ir, porque nos ensañamos en juicios que están muy lejos de nuestro limitado entendimiento. Pienso con frecuencia en esa chiquilla, debe tener ahora unos treinta y cinco o treinta y seis años, la edad de mi hija mayor. La misma que tenía yo cuando gané el Premio Nacional de Poesía. Ojalá que, esté dónde esté, haya podido sanar.

-----Del presente

- ¿Qué opinión tiene María Elena Cruz Varela de las nuevas reformas, se le llama cambio en la prensa, que el gobierno de Cuba está realizando?

- No tengo ninguna opinión al respecto, no me ocupo de esas minucias; son sólo despojos que esos pobres señores lanzan de vez en cuando al ruedo para mantenernos entretenidos. Si permaneces durante mucho rato observando o analizando esas pequeñeces, pierdes la noción de la verdadera grandeza, la que ni esos mismos señores transitorios pueden controlar o confinar. Hace mucho que invierto mi energía en pensar una Cuba liberada ya, al frente de su propio destino, sin esperar a que la solución le llegue desde fuera, esa es la isla que importa, no la de tiranos y torturadores. A esa es a la que debemos darle vida.

- ¿Ve posible una convivencia civilizada, una posible reunificación en la isla? ¿Se ve a usted libremente en La Habana en un futuro próximo?

- Depende de quienes convivan. Sabes, mientras algunos se sientan tan ofendidos, otros tan víctimas y cada uno defienda su parcela, no hay posibilidad de verdadera convivencia y el término “civilizado” me despierta sospechas, civilizados se consideraban los colonizadores, ¡hasta los nazis se consideraban más civilizados que el resto de la humanidad! Si nos dedicáramos más a comprender que a reaccionar, veríamos que no hay nada de qué defenderse, el sol, aunque parezca una perogrullada, ha seguido saliendo a pesar de… pisamos el mismo globo terráqueo y respiramos el mismo doloroso, contaminado aire, ¿de dónde nos viene ese afán de sentirnos más civilizados que los demás? En última instancia, ¿quiénes son “los demás”? ¿De dónde nos viene la idea de ser tan especiales? Eso es válido tanto para tirios como para troyanos. A veces, la respuesta es tan simple como la pregunta: ¿Qué prefieres, ser feliz, o tener razón? Cada uno es responsable de su elección y yo hice la mía hace tiempo, por eso fui y soy libre en La Habana ahora, en este momento, mientras respondo tus amables preguntas. La libertad es una decisión individual, no importa sobre qué paisaje decidas desplegarla, es tuya, no se la debes a nadie más que a ti mismo, a tu Ser.

-----Del futuro

- Fuiste aspirante a la candidatura del Nóbel de la Paz. Ha habido varios cubanos, cubanas, propuestos.

¿Qué razones hay para que no se premie con el Nóbel el esfuerzo y la valentía de los cubanos que, en muchos casos, luego de cumplir largas condenas, continúan enfrentándose al gobierno cubano de modo pacifico, exigiendo democracia?

- ¡Imagínate tú! Toma la lista de todos los Premios Nóbel y mira bien detrás de cada nombre cuántos poderes e intereses pueden actuar desde las sombras. Yo no tengo la respuesta. Borges fue muy valiente y políticamente incorrecto también, era argentino y buenísimo poeta, ¿a que sí?, y tampoco ganó el Nóbel de Literatura. Nunca. El mundo no es un lugar justo, para nadie ni para nada y si algo he aprendido, es a hurgar tras cada apariencia, es sorprendente cuando descubres que bajo los blasones que sirven a las víctimas pueden esconderse los verdugos, por eso insisto en que hay que desconfiar de las apariencias porque nada, en realidad, es tal como parece. Quizá, el verdadero Premio a nuestros héroes sea la ausencia del Nóbel. Date a ti mismo todos los homenajes y no esperes a que los demás te den laurel alguno, pues los intereses a pagar suelen ser muy altos.

----- De la literatura

- Gertrudis Gómez, Juana de Arco: la espada y la pluma. ¿Por qué estas dos mujeres y no otras? ¿Cómo surge la suerte de escribir novelas, algo tan raro en los poetas? Porque luego de, “El Ángel Agotado”, vas a tener el distintivo de Poeta para el resto.

-Juana de Arco y Gertrudis Gómez de Avellaneda, la espada y la pluma, dices bien, mujeres tremendas entre dos símbolos fálicos ¡Ja, Ja! Sí, después de El Ángel Agotado, la poesía, si vuelve, será de otra manera, desde que lo escribí supe que ahí estaba, que en ese sentido, poco o nada me quedaba por decir, en cuanto a las novelas, tiene que ver con muchas cosas, en primer lugar, el reto y en segundo, las leyes del mercado, no olvides que el del poeta sigue siendo el “turno del ofendido”; en tercero, la conciencia muy clara de que El Ángel…está ahí, se defiende y me defiende, me sobrevivirá porque no hay nada que demostrar, dicho lo dicho, muerta la vanidad, la verdad es lo que queda.

Un deseo que quieras compartir con los lectores.

- De compartir se trata, no un deseo, sino una certeza: Existen sólo dos emociones: Amor o miedo, la decisión de a cuál obedecemos es el estrecho margen que solemos llamar Libre albedrío. Yo decidí Ser Amor, esa es mi libertad. ¿Y la tuya?


Sobre María Elena Cruz Varela, Aquí.

martes, 13 de mayo de 2008

"La caja y el péndulo". Un relato (inédito) de Raúl Aguiar, (La Habana, 1962)

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-----------LA CAJA Y EL PÉNDULO

----------------------Por Raúl Aguiar

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- ¿Y por qué “existencialista”?

-¿Y por qué tiempo circular, el ciclo del eterno retorno de Nietszche?

- Es que de esa manera es como yo percibo la Realidad.

- Hay muchos tiempos, José Antonio. El tiempo puede ser lineal, puede ser progresivo, espiral, tangencial, bifurcado. Cada persona es un reloj pero a ti, por lo visto, se te acabó la cuerda.

El uno para el otro, solo que ella atravesó el horror, el pleno eclipse de esperanzas. José toma un trago, observa al gato negro lamiéndose en el sofá, luego vuelve su vista a Carmen y se pregunta quién le ha robado los hechizos. Se acerca, la besa y no hay magia.

- En fin, que no te gustó mi cuento.

- ¿Y por eso soy absurda? Todas tus historias son así, existenciales. Ni siquiera al estilo de los españoles. Allá afuera están matando muchachos y tú en la campana de cristal, como si estuvieras todo el tiempo con los ojos mirando hacia dentro, filosofando. En cambio, Fidel...

- Lo de Fidel es un anzuelo para bobos; mucho parlotear pero a la hora del poder seguirá todo igual o peor que antes. Todo es política.

- Esta vez puede ser diferente, va a ser diferente, estoy segura.

- Lo dudo.

- Me decepcionas.

- Coño, Carmen.

De pronto le parece que han pasado tres siglos desde que se inició la conversación. La descubre nueva, cansada del silencio en la garganta, rebelde como nunca. Por suerte la criada les hace una seña desde el comedor.

- Mira, mejor vamos a almorzar que la mesa está servida.

Antes de sentarse mira a través de los cristales. Allá abajo la Habana está igual que siempre, las calles hirviendo por el sol. Se sienta y come despacio. Ella parece que ha distendido su arco interior, otra vez en respiración acompasada.

- No sé por qué toda esta discusión. ¿Por qué te molestó que en el cuento todo volviera al origen?

- La vida no es solo literatura, Pepe. Es una cuestión de actitudes. Somos muy diferentes.

El de pronto la imagina en el futuro. Se cayó Batista, la Habana de fiesta. Ella boga en un río de brazos, dejándose tocar por la negrada, felizmente putísima y algo se le encrespa en la garganta. No puede seguir comiendo. Al parecer Carmen tampoco porque se levanta y prende un cigarrillo.

- Esta relación se ha vuelto muy falsa, José Antonio. Siento que ya no te amo, al menos no como antes, y no me importa si eso significa marcharme de esta casa y volver con mis padres.

- ¿Estás rompiendo conmigo?

No quiere creer. La pupila absorta, mirando el rostro reflejado en la vitrina. Busca una excusa, una frase redentora pero adivina que ya es demasiado tarde, ahora todo es cementerio, silencio...un devenir de soledad y tinta. Murmura:

- No puedes...

- ¿No puedo?

- Carmen, sin ti nada de esto tiene sentido.

- Despierta José Antonio. Por favor, despierta de una vez.

El se pregunta de dónde conoce esa sonrisa.

2

“...de dónde conoce esa sonrisa”, lee Ismael y de pronto es interrumpido por tres golpes bruscos en la puerta, en plena lluvia. “Carajo”, piensa, “qué rápido es”, y deja a un lado el libro que estaba leyendo.

- ¡Un momento! – grita y viste el uniforme y las botas con rapidez. Luego coge el zambrán con la pistola, se encasqueta la gorra y abre la puerta. Es el teniente Espina, con el pelotón de milicianos esperando en la camioneta. – Eres rápido. ¿Ya están todos?

- Sí, Capitán.

- ¿Y el práctico?

- Aquí estoy, mi capitán.

- Entren un momento.

Ismael despliega un mapa del territorio y les señala una zona de la cordillera.

- Ya recibí la información. Los bandidos están en una cueva que le dicen “La Honda”. – le pregunta al práctico: - ¿Sabes dónde es?

El viejo afirma sin dejar de mascar su tabaco.

- Unos veinte kilómetros. Es cerca.

- Ok. Móntate con el chofer y le vas indicando. Arriba, nos vamos.

La camioneta arranca. Ismael le devuelve el libro que estaba leyendo al teniente Espina y le dice:

- Tremenda mierda, teniente. El que escribió este libro debe ser un burguesón de esos, de los de antes. Seguro que ya se fue para Miami. Hace falta ver cuando van a escribir un libro sobre nosotros.

- Seguro que pronto. Al fin y al cabo esto es historia también, ¿no?

- Supongo, lo que hace falta es que sea real y no una bobería de esas...

- Claro.

Silencio. Un miliciano rompe a cantar bajito. El tiempo en que te odio y te quería, y el capitán le llama la atención tocándole la pierna con la bota.

- Cante después, miliciano. Ya estamos cerca.

La camioneta se detiene. Ismael ordena en un susurro:

- ¡Todos abajo!, ¡ya! ¡Ocupen posiciones! – y el pelotón se despliega entre los arbustos que rodean la caverna.

Una noche demasiado oscura, piensa Ismael contrariado, que hubiera preferido una luna con mayor pureza.

Avanzan a gachas un tramo, ocultándose tras los matorrales. Reprime una mala palabra cuando el traje de campaña se le enreda en un marabú. De pronto le parece como si todo aquello hubiera sucedido antes, como si fueran solo recuerdos de una vida anterior. “Ciclo del eterno retorno”, recuerda y mueve la cabeza para alejar el naufragio mental, pero la sensación persiste.

- Capitán – susurra uno de los milicianos que tiene más cerca – Vi moverse algo allá arriba.

De inmediato un disparo, seguido de una ráfaga.

- ¡Fuego! – ordena Ismael, que saca la pistola y avanza unos metros hacia la entrada de la caverna. - ¡Ríndanse! – grita y dispara por primera vez - ¡Están rodeados!

Una bala se incrusta en un árbol a centímetros de su cabeza.

- ¡Vengan a buscarnos! – gritan desde adentro y él ordena avanzar a sus hombres a fuego cruzado.

La escaramuza dura unos minutos, luego se escuchan gritos de rendición. Dos de los bandidos se entregan con los brazos levantados y otros dos están muertos. El observa los rostros. Anjá, José, Rolando, Curbelo...luego pregunta:

- ¿Dónde está el Indio?

Nadie contesta.

- ¡Cojones, si no me dicen ahora mismo donde está los fusilo a todos!

Ellos se miran angustiados. Por fin uno se decide:

- Se metió más adentro. Está con Reina.

- ¿Quién es la Reina esa?

- Su mujer. Vino a traernos comida.

- Carajo.

“Una mujer, lo único que nos faltaba”, piensa Ismael y ordena a dos milicianos escoltar a los detenidos hasta la camioneta. Luego duda sobre los pasos a seguir. Va a ser difícil, casi suicida internarse en la cueva a buscar al Indio. El no se va a entregar con todos los muertos que lleva arriba. De pronto encuentra la solución.

- Ustedes tres, busquen madera seca, palos, ramas, lo que encuentren. Vamos a sacarlo con humo.

- A la orden, capitán.

A los pocos minutos ya todo está listo. Uno de los soldados trae un bidón con petróleo y riega la pira con el combustible. El teniente prende una cerilla y enciende la fogata. Al principio el aire sopla en otra dirección así que tienen que aventar el humo con ramas y sacos. Esperan. Al poco rato el ambiente interior de la caverna se va volviendo irrespirable y comienzan a escucharse toses.

- Preparados –advierte Ismael.

Las armas apuntan a la boca de la cueva. Nerviosismo. De pronto salen dos figuras corriendo y disparando en todas direcciones. Hay un momento de confusión entre las sombras y el humo, en medio del tiroteo una de las figuras retrocede y cae, la otra viene exactamente a la posición de Ismael y él dispara sin apuntar, entre fogonazos ve como el cuerpo se dobla en dos y rueda entre los arbustos.

Se acerca adivinando ya de quien se trata. Le da la vuelta al cuerpo y se fija en el rostro. Una mujer bonita. Que desperdicio. El se pregunta de dónde conoce esa sonrisa.

3

- Los milicianos no matan mujeres – dice el Secretario y deja caer las cuartillas presilladas sobre la mesa.

Ernesto intenta defenderse:

- Pero si fue así como ocurrió. Yo investigué. Solo estoy escribiendo la verdad.

- Los milicianos no matan mujeres. – repite el otro y se quita las gafas. – Y si fuera ese cuento nada más, pero es que son todos. ¿Qué tú quisiste decir con la sonrisa de la mujer esa? ¿Qué era valiente? ¿Te has preguntado alguna vez de qué manera lo que escribes puede hacerle daño a la Revolución?

Ernesto de pronto se siente como ausente, en plena afasia de palabras. Observa desesperado la mesa y el cenicero y no se decide a prender un cigarrillo. Sobre la pared hay un afiche del Ché y un calendario atrasado de los 10 millones van. La semana pasada hablaban de proponerlo como dirigente de la FEU, y ahora esto. Como si de pronto hubieran surgido muros de todos lados, muros con espinas.. El Secretario sigue hablando:

- Como seguramente ya sabes, ayer analizamos tu caso. Nos reunimos con todos los estudiantes de la facultad, se leyó públicamente tu libro y salieron a la luz muchas de las cosas que dijiste o hiciste en estos años, y la gente con que te reunías, claro. Y llegaron a la conclusión de que no eras digno de pertenecer a las filas de la Universidad, y mucho menos, de la Juventud. Por lo visto el premio del concurso que ganaste te levantó los humos. ¿Qué tú pensabas? Entrégame el carnet.

Ernesto le extiende el librito rojo y siente como se desprende una parte de su cuerpo. El Secretario lo tira dentro de una gaveta.

- Ahora vas para tu casa y espera nuestra decisión. Posiblemente te mandemos para la Columna juvenil, la UMAP o mejor alguna fábrica, a trabajar como un obrero más, por lo menos cinco años, a ver si ahí te quitan tus mariconerías de pequeño burgués y sales más fortalecido ideológicamente. ¿Quién sabe? Va y a lo mejor te limpias escribiendo un libro sobre esa experiencia. Puedes marcharte.

Cinco años...Mientras Ernesto camina en dirección a Coppelia comienza a estar conciente de su nueva condición de hombre invisible. Allá va Víctor, su ex - mejor amigo, que cruza a la otra acera haciéndose el que no lo ha visto para no hablarle. En la cola Beatriz, dos meses repasándole idioma ruso y en la asamblea fue la que más gritó pidiendo su expulsión de la universidad. De pronto desearía encontrar una máquina del tiempo, una abertura en el espacio y correr en busca de María, perderse en el triángulo de sus muslos, besar su boca, sus pies, cerrar los ojos y olvidar que existe, por Dios, olvidarlo todo.

Coge la guagua y a la media hora ya está en su casa. Ella está esperando y apenas abre la puerta le pregunta:

- ¿Qué decidieron?

Ernesto le cuenta y se abrazan llorando.

- Me voy contigo – dice ella.- Mañana mismo pido la baja.

- ¿Estás loca? Eso sería...– él va a continuar hablando pero ella le cubre la boca con una mano.

- Ya está decidido. Me voy contigo. A cualquier parte. A donde quiera que te manden. Sin discusión.

El se pregunta de donde conoce esa sonrisa.

4

- Ah, estabas aquí. Debí imaginarlo.

La voz de Liliana lo trae de vuelta a la realidad. Desde su posición Eduardo solo la ve de la cintura para abajo, un revoloteo de ropas azules, la saya cubriendo sus carnes magníficas. Entonces recuerda que no se han visto en todo el día. Deja la pluma y la libreta a un lado, se levanta de la litera y la abraza. Ella aprovecha para besarlo en la mejilla.

- ¿Qué haces?

- ¿No lo ves? Estoy escribiendo.

- ¿Qué cosa?

- Un cuento.

Allá abajo, en la plaza de formación suena la música de Bee Gees. No hay nadie en el albergue. Ella lo mira divertida y él descubre el placer de verse en sus ojos.

- ¿Sobre qué?

- Nada. Un cuento loco. Se me ocurrió hacer como una matriushka. Esas muñequitas rusas, unas dentro de otras...

- Sí, señor escritor, yo tengo una en mi casa.

- Pues eso. Un cuento dentro de otro, pero al revés.

- No entiendo.

- Si, chica, un cuento, que es leído por alguien, que a su vez se abre a otro que está siendo escrito por alguien, que a su vez...

Liliana siente el motor del tiempo y se impacienta:

- Sí, sí, sí. Oye, pero...¿por qué no lo dejas para después? Dale, chico, ¿no oyes la música? Está bueno eso allá abajo, la gente nos está esperando hace rato.

- Bueno, está bien.

Salen abrazados y bajan las escaleras. En la plazoleta han puesto dos bafles. La gente se contonea al ritmo de la música disco y extienden los brazos con el índice apuntando al cielo, onda Travolta en Saturday nigth fever. Llegan al área de formación y se reúnen con sus amigos en uno de los bancos de mármol. Les hacen un lado, ellos se sientan y pronto Leonardo le pasa un brazo por encima de los hombros.

- Vaya, te estás luciendo, mi hermano, hasta la jevita tuvo que ir a buscarte. ¿Tú te piensas que eres un rey o qué?

- Seguro que vino bajo protesta – aventura otro.

- Ya, dejen eso. – pide Liliana – estaba escribiendo, pero lo convencí rápido.

- No digo yo.

En ese momento se escuchan las guitarras de Hotel California y todos se paran a bailar. Liliana lo toma de la mano y él la sigue hasta la plazoleta, luego se enlazan y se acogen al ritmo. Los cuerpos se van pegando poco a poco y ella comienza a cantar en su oído. Luego se interrumpe y susurra:

- Oye, lo que me dijiste la otra noche... Sí. Quiero hacerlo.

Eduardo de pronto se pone nervioso. ¿Habrá escuchado bien? Dos meses inventando tretas para convencerla y ahora así, de golpe...

- ¿Estás segura?

- Segurísima. Quiero hacerlo. Hoy mismo.

Se excita con solo imaginarlo. De pronto la noche se convierte en brisa y él comienza a imaginar variantes. Desecha la idea de irse al área deportiva o lo que es peor, para algún platanal cercano. Si es la primera vez, tiene que ser como dios manda. Después de eso podrá pavonearse con orgullo delante de la junta. Aunque sería mejor hacerlo lo más discreto posible, al fin y al cabo esto es algo íntimo, solamente le atañe a ellos dos. De pronto recuerda que Salvador está de guardia del docente, y él no se va a negar a dejarlos utilizar alguna de las aulas. En eso la canción termina y él le dice a Liliana que lo espere y sale a buscar al amigo.

Salvador acepta a cambio de picarle un par de cigarrillos, y luego le sugiere que utilicen el laboratorio de química, que tiene la puerta sin llave.

Eduardo le explica su plan a Liliana y se esconden hasta que termina la recreación. Todos los estudiantes suben a sus albergues y al rato se apagan las luces. Van en silencio hasta las escaleras del docente. Esperan que Salvador les haga la señal y luego suben al tercer piso, donde está el laboratorio de química. Exacto. La puerta está sin llave y ellos entran a oscuras.

- Ven, siéntate aquí – le pide Eduardo que ha extendido su abrigo en el suelo y no espera para besarla en los labios. Liliana cierra los ojos y se deja llevar, ya no quiere fugarse, en cambio se abre sobre él como una ventana alegre, así se muere, niña, de impura sed. – Te quiero, Liliana. Lo sabes. Ella asiente y deja que las manos torpes del muchacho busquen las ventanas de su cuerpo, luz de un goce tercamente nocturno.

La blusa cae al suelo, luego la saya acompaña la camisa y Eduardo se hunde como un huésped cansado dentro de su bosque, dilapidando frases y ternuras, se hace preciso mirarse los ojos, la risa pícara de niña caracol, estrategia de las primeras verdades, le hiere la entrepierna con sus garras suaves, buscando las mil formas de su cuerpo, “Suave, suave”, le pide ella y luego se marchan a la otra dimensión, olvidando la dureza del suelo y la isla, ascienden a la noche del olvido, allí donde no valen la razón, los recuerdos, las madrugadas filosóficas, “Despacito, me duele”, es mejor esta muerte y resurrección eterna de los sexos, mujer y hombre, “Te amo”, él prefiere sus muslos apresando los ríos, la inesperada sabiduría de su boca, saboreando los sueños y goces, las intenciones secretas, “Yo también”, y así amanecen desnudos sobre el mar, con olor a savia de árbol, como una canción perdida en tiempos prehistóricos y que ahora regresa.

-¿Cómo te sientes? – pregunta él con ternura nueva, casi paternal, y le besa la frente y los ojos.- ¿Te sientes bien? ¿Eres feliz?

Ella se acurruca en su abrazo y asiente con gesto desfallecido. Sonríe. El se pregunta de donde conoce esa sonrisa. De pronto se abre la puerta y aparece el director seguido de dos profesores que los alumbran con sus linternas, ¡Se me quedan así mismito como están!, y luego, para no perder detalle, encienden las luces del aula.

5

De pronto hay apagón y la pantalla del televisor se oscurece.

- ¡Cojones! - grita Carlos, que desea romper el video al comprender que hoy tampoco podrá terminar de ver la película. En la habitación hay risas y alguien le pone en la mano un vaso de ron que él se toma como si fuera agua.

- Eso te pasa por ser tan electrónico. ¿Qué estabas viendo? – el que pregunta es Zamora, el baterista de Provos. Ya resignado, Carlos prende un cigarrillo y se vuelve en la silla giratoria. Una de las muchachas, ¿Martha?, enciende una vela. Pronto la habitación se llena de sombras oscilantes. Alguien ¿Roberto? rasguea una guitarra.

- Nada. La caja china. Una onda loquísima ahí.

- Ah, sí, ya la vi. Me gustó la idea. Es una onda de esas, posmodernas, de la escuela de videoarte.

- ¿De que se trata? – pregunta Lucy, que se acerca y se sienta sobre las piernas de Carlos. Zamora contesta.

- Es como una historia dentro de otra historia dentro de otra historia...el cuento de nunca acabar.

- Buena mierda. – dice Carlos - Eso ya lo hacían en Las mil y una noches. Creo que la técnica se llama “Caja china”, o algo así. El otro día lo estaban diciendo por la televisión.

- Sí, eso mismo, pero al revés.

- ¿Cómo que al revés?

- Sí. A la inversa. La idea es muy interesante, casi de ciencia ficción. Son como mundos concéntricos, ¿no?, donde cada universo está siendo creado por alguien de otro mundo concéntrico superior, o que pertenece a un tiempo futuro, y así hasta el infinito. Universos narrativos, quiero decir.

- Coñó, ¿qué fumó este?

- La realidad, nuestra propia realidad puede estar siendo escrita en este mismo momento por alguien. ¿Entiendes? En este mismo momento. Estamos siendo narrados. Toda la realidad es pura narración.

Silencio. Carlos se remueve inquieto. Martha le coge el cigarro y expira una bocanada.

- O sea, que Dios es escritor.

- Para nosotros sí.

- Pues me cago en ese tipo, - dice Carlos - tremendo apagón que nos metió por la cabeza. Lo rico sería comunicarnos con él y decirle que traiga de nuevo la luz, o que nos mande diez libras de marihuana.

- O un yate para irnos echando de aquí. – dice Roberto y deja la guitarra a un lado.

-Yo no me quiero ir – dice Lucy

- Eso es porque tú eres segurosa.

- Vete para el carajo. A lo mejor nosotros mismos somos los que estamos escribiéndolo todo.

Risas. En eso viene la luz y todos gritan con júbilo. Carlos decide no seguir viendo la película. En cambio alguien pone Metallica en la grabadora y de pronto todos menos él se ponen a cabecear. Los observa en silencio y se pregunta si ciertas líneas no serán insuficientes. A lo mejor en vez de ser un cuento la realidad es un poema. O un cuadro. O tan solo un pensamiento, o un sueño... las posibilidades son infinitas. Carlos se pregunta...

6

Por fin he terminado este cuento. Menos mal, creo que me dará tiempo para leerlo en la peña. Ahora a corregirlo y sacar una copia. Menos mal que mi hermana trajo la computadora. Va y te pones a pensar y es verdad que todo es realidad virtual, simple narración, hasta tú que ahora me estás leyendo o escuchando eres un personaje. Me pregunto...
Otros textos de Raúl Aguiar en Efory Atocha, Aquí.

lunes, 12 de mayo de 2008

Tres poemas de Almelio Calderón


Tres poemas inéditos de Almelio Calderón Fornaris, (La Habana, 1966)

--
SUPERFICIE


el mar es un estallido del mar.
he sido creado por el deshielo del cielo.
La noche ocupa todo el dominio de su impulso:
soplan los cuerpos,las simulaciones,las estelas;
lo desconocido.

Una luna negra le ladra a los hombres.

me ilumina.
---
HACIA LA ESCRITURA

UN SOL MAL-HERIDO vuelve de sus naufragios,
estalla en la fuente de mi alma.

La metafora se extiende frente al desgarramiento.

Solo flota bajo el cielo de mi existencia el rumor de este
silencio y las primeras pulsaciones del atardecer.

¿El poema no es la perplejidad de dios?
¿La poesia no es el ideograma de la superficie?
¿Las palabras no son sombras que pueblan la pagina
en blanco?

Leo a Wallace Stevens con sus propios nervios.

El sol se inclina sobre las escrituras
----
LA ESCRITURA NO ALCANZA LO DESCONOCIDO PERMANECE EN SU MOVIMIENTO.


Las palabras no existen para las palabras,son despobladas
junto a los cuerpos,ellas dispersan sus rostros sobre el
mio.

jueves, 8 de mayo de 2008

Tres poemas de José Kozer

--------Tres poemas inéditos de José Kozer


UN DÍA FELIZ

¿Cómo? Kamo. El río Kamo. Está bien, no me grites. La princesa

por supuesto Imperial. ¿Y el

pescado que nos sirvieron?

¿Intraducible? ¿Habrá un

equivalente? Lo que llaman

lisas. Ah. Shiogama: en el

Ise Monogatari lo encuentras.

Un poblacho. Espadañas,

redes medio deshechas, aperos

de labranza mellados. Las clases

altas practicaban artes marciales,

escribían poemas (5/7/5/7/7): las

clases menesterosas pagaban

impuestos. Un pueblo que come

arroz, mojarras y boniato, no

consigue superar una estatura

media de 5 pies (2 pulgadas).

Pies chuecos. Piernas gambadas.

Las azafatas de la Consorte

Imperial o de la Emperatriz

Viuda, un tirito: potables entre

los doce y los veinte años.

Descartables. Sobraban. Y aquí

me tienes, primero me lavo la

cara con un jabón de tocador

francés que me cuesta un ojo

de la cara, ayudo a poner la

mesa del desayuno, café, dos

tostadas con margarina, un

puñado de vitaminas, una

lenta defecación: nado una

hora, escribo quieras que no

en un cuaderno de tapa roja
(negra) (azul) el día en

principio acabó. Sin transición,

de un tranco, paso a orillas

del río Kamo, a la altura de

Shiogama. Página 120. La

madre: cómprate un traje,

celebra los aniversarios con

los amigos, saca a bailar a

tu mujer. El padre: no leas

tanto. La madre: dinero

dinero y más dinero (mamá,

eso es de Napoleón). El padre:

habla menos y vivirás más.

El padre: no comas con la vista

(variante: no pienses con los ojos).

El padre: no pienses tanto (descansa).

El padre: deja algo en el plato (¿y

por qué no me sirven menos?). Y

cada vez que yo decía pero, el

padre: ni perro ni gato. ¿Dios

existe? Pregunta ociosa. ¿Qué

hace el gobierno con los impuestos

que recauda? Pregunta válida;

resultado ocioso. En presencia

del padre la madre calla; en

presencia de la madre el padre

refunfuña: en ausencia ambos

se dan banquete. Los hijos se

compungen. ¿Día feliz? Llegó

el verano: pantalón corto de

gabardina, camiseta carmelita

desteñida, y la criada en refajo

planchando le veo al trasluz la

carne morada recubierta de

negrura (el vedijón): hiel la

madre si me coge mirándola.

Miro y miro el río Kamo,

Shiogama, llevo un siglo

varado en página 120. La

azafata imperial se descompuso,

de la Emperatriz ni cisco, y de

la hegemonía Fujiwara ni el

polvo de los caminos. Un día

sin duda feliz en la feliz historia

(adyacente) de la Humanidad.

Estoy, de males, curado. Lo que

tiene la edad cuando se tienen

al menos dos dedos de frente,

es que nada ya nos sorprende.

Nada nos trastabilla. Nos coge

de atrás p’alante. Sabemos de

antemano que todo, en fin, se

ve que del desayuno dejé medio

huevo en el plato (el otro medio

lo dejo en herencia a mis hijas):

mi gazuza la sacio con lo justo.

Pensar, lo que es pensar, diez

minutos al día, tres veces por

semana (antes de conciliar el

sueño) (o más bien el insomnio).

Y cuando se cierne de hierro el

brazo del padre sobre la fontanela

o el calostro espeso de la madre

ante el buche, contraataco gramatical.

----

ACTA

La vagina de Sara cumplió sesenta años, penetraciones, un

giro, apenas el sentimiento

de sentir el rasponazo, así

suena (sonaba) cuando

descorchan, once varones,

cinco hembras, nueve

nacieron de pie, el resto no

alcanzó la veintena: todo

el mundo muere en edad

provecta, dicen (decían)

los chinos.

Hoy cumple años la muerte, óyela comer candela, óyela cómo

duerme: en el machote

aparecen los datos (ya,

borrosos) nombre y

apellidos hasta la

segunda generación

(unas treinta y tantas

sílabas con el montonazo

de signos diacríticos al

modo checoslovaco):

edad, dirección (anterior

a la actual) señales

visibles (ya no) causa y

por qué no consecuencia

de defunción. Estado civil.

Cuño. Sellos. En efectivo.

El vuelto aún su retintín al

golpear la mesa apolillada

del señor funcionario en

mangas de camisa, su corbatín

ofendía nuestros sentimientos,

sin embargo se le pagó sin

embargo no dejó de cobrar.

A mí su nieta o nieto todavía me huele la casa a pastel de guayaba

recién horneado manos de

hojaldre, Sara. Raja Sara

caja Sara baja Sara. Las

cosas que Piaget descubría

nos las había contado Sara.

A la mesa, entre muertos y

vivos, éramos (unos) treinta.

Sara a la cabecera, ochenta

años, un poco ida, un poco

tiesa, hierática sonrisa. Algo

desconchinflada. Búcaros de

minutisas. Faroles chinos,

cajas de comida japonesa:
-------bento. Y Sara me repetía

al oído, bento. Viento. A

bientôt. Y nos reíamos. Su

nieta o nieto preferido

(tortillerito mío susurrábame

al oído, parejera): aplaudieron

los muertos, los once vivos se

le tiraron al salmón ahumado.

Comed, comed, que vienen

tiempos malos.

Y vi que Sara se persignó, se llevó la mano derecha a la cabeza

(tocada por la peluca) (sotto

voce, Sara se rapaba) juntó

(namasté) las manos: por

si las moscas hay que creer,

repartir a los moribundos

entre los dioses, empezó a

llover. Primero una llovizna

de nada entreverada de ceniza,

arreció, menos agua, más polvo

y óxido, agua frígida, ceniza

idéntica en color y textura al

verdín original (Génesis). Y

nos llevamos a Sara en andas.

A Sara y el salmón, las cajas

a medio consumir de jengibre

en salmuera, pescados (tres

clases) crudo, fideos fríos

(soba) los vasos vaciados de

vino. Entramos. Entre cuatro

candiles la depositamos sobre

el jergón de heno tundido

(mullido) de una cosecha

primigenia. Y fueron llegando.

Primero los animales. Se

acomodaron, de hinojos. Luego

el Pregonero, ¿hay alguien en

casa que entienda arameo? Y

nada de Reyes prosternarse a

los pies de Sara. Le cerraron

los ojos, la ayudamos a vestir

disfraz carnal, ley última salir

bailando con su insoluble

careta de la resurrección

---------------tapándonos el rostro.
-----

FÁBULA

Subiré. Yo subiré. Y luego sólo yo disuelto subiré. Una galleta de

alforfón y uvas pasas, un

puñado de grosellas secas,

la cantimplora (no nos

llamemos a engaño,

contiene vino de arroz,

rebajado). Subiré hasta

alcanzar la cúspide, yo:

y luego disuelto la

alcanzaré.

No soy. No estoy. Está la vía. El macizo de flores blancas sin latitud,

flores innominadas, en la

cima. Unas abejas rojas

libando, surgieron de mi

madre al morir, le deben

la existencia, pronto las

veré (ascuas) (intermitencias)

seguiré pronto con la mirada

la trayectoria ida y vuelta de

la flor a la colmena.

Estaré hecho de barro sin conformar, vuelta y media del torno, saltar

unas astillas (¿ígneas?) amaré

por primera vez en mí lo

incompleto, sólo amaré lo

incompleto en cuanto barro

y paja, lengua muerta, pelo

estropajoso de espantapájaros,

rodillas raspadas, una flor en

el ojal de la solapa del saco

de tergal a gruesas rayas,

alcanzaré la máxima altura

de la escalada.

Mi ascenso. Yo subiré. Y luego sólo ascenso del cuerpo desprovisto

de figura imaginaria, sólo

movimiento aligerando,

no carga a espaldas sus

espaldas, no deja huellas

a su paso. Llueve de

Oregón a Vancouver: el

agua, mientras afecta mis

sentidos todavía, no me

moja.

Se inclina primero la cabeza, luego hasta la cintura (tres veces): se

farfulla, los ojos entreabiertos,

flor blanca penetra, se

descompone. Una babosa se

acerca a besar el rostro de la

abeja (ved la paciencia de la

abeja): se juntan, antenas y

orificio, en las alturas (¿qué

me aguarda allá arriba?). De

momento sólo sé que la abeja

(cuánta conmiseración) alucina

a la babosa en su vuelo nupcial

(nuncio de transformación) liba

flor blanca la babosa en el ojal

de mi solapa.