viernes, 5 de septiembre de 2008

Entrevista a Belkis Cuza Malé

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Yo no busco venganza ni me creo Dios para castigar a nadie

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---Entrevista con la poeta Belkis Cuza Malé.

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--Por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago

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1-SANTIAGO MENDEZ ALPÍZAR (Chago): Agradezco de antemano la posibilidad de esta entrevista y le felicito por su libro último de poesía, La otra mejilla, y por la larga vida de Linden Line Magazine, revista fundada por el poeta Heberto Padilla y que ya suma más de 20 años.



BELKIS CUZA MALÉ: Primero que nada, amigo Chago, gracias por entrevistarme, y por sus felicitaciones. Heberto no fundó Linden Lane Magazine, ni estaba interesado en la revista, decía que él no había venido a Estados Unidos para hacer revistas en español, y en ese espíritu me repetía con sorna: “Si tú quieres hacer una revista en español vete a México o a España”. Pero como conocía de mi testarudez y mi constancia, no le quedó otro remedio que aceptar resignado que cuando yo estuviera diseñando la revista la comida se demorara y la mesa de la cocina estuviera llena de tijeras, gomas y papelotes inmensos. Contradictoriamente, fue él quien me ayudó a escoger las letras que usaríamos, que eran las mismas que abundaban en el pueblo de Princeton, en la mayoría de sus comercios, donde vivíamos. Y claro, el dinero para esos primeros números salió de los derechos de autor de su novela En mi jardín pastan los héroes, novela que tuvo mucho que ver con nuestra detención en Cuba, y cuyo manuscrito se salvó de milagro. Linden Lane Magazine se fundó en marzo de 1982, ese mes y ese año se publicó el primer número. 26 años, se dice fácil.

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2-SMA: Es verdaderamente difícil concretar en pocas preguntas una visión amplia de su vida y de su obra. Comenzaré preguntándole por aquella primera juventud, usted participando del entusiasmo revolucionario. De la Universidad de Oriente a la de La Habana. Los años 60, segunda mitad, su matrimonio con el poeta Heberto Padilla



BCM: Yo nunca tuve ningún entusiasmo revolucionario. Nunca. Y no me importa si alguien quiere demostrar lo contrario. Las circunstancias de mi vida me llevaron a ser periodista en Hoy (1965), y luego me mandaron para Granma, donde estuve hasta el año 67, en que me echaron. Hacía periodismo cultural, no iba al periódico más que a entregar mis artículos y andaba todo el tiempo entrevistando a escritores y artistas extranjeros que llegaban a Cuba. Creo que he entrevistado a todo el mundo, desde Alberto Moravia, a Nicanor Parra, pasando por Martha Traba, Vargas Llosa, y a la mayoría de los poetas y novelistas españoles. Tampoco se salvaron pintores y teatristas. Y con algunos otros, como Julio Cortázar, tuve el privilegio de hablar y conversar sobre literatura varias veces.

Hacía un periodismo que me gustaba mucho. Ojala algún día pudiera reunir todas esas entrevistas en un libro, pero eso lo veo casi imposible. En la Universidad de Oriente estuve hasta diciembre del 64, cuando me casé con mi primer esposo y vine para La Habana. En esa universidad fui alumna de Eraclio Cepeda, escritor y político mexicano a quien le impresionó mi primer libro El viento en la pared, entonces un manuscrito escrito cuando apenas tenía 18 años. Y gracias a él se publicó en el Departamento de Extensión Cultural de esa Universidad, en 1962. Fue una experiencia muy especial la de mis estudios en la Universidad de Oriente, donde José Antonio Portuondo era entonces rector (luego sería mi profesor también en la Universidad de La Habana), y donde viví los tormentosos azotes de esa primera juventud, llena de quimeras, esperanzas, desilusiones, y primeros amores (todos frustrantes y frustrados, gracias a Dios).

Llegué a La Habana a finales de los 64, y en 1965 nació mi hija y pronto vino el divorcio. Me vi sola en una ciudad en revolución, una ciudad “patiparriba”, ganando 100 pesos en el periódico, sin sitio donde vivir. Hasta que una señora me alquiló una habitación en el Focsa, creo que el piso 14 o algo así. Pero como se trataba de la habitación que en sus buenos tiempos había sido de la sirvienta, la señora pasaba el pestillo en su casa y yo me quedaba en completo desamparo en aquel sitio, incomunicada. Sin dinero, ni dónde hacer un café. Fueron meses muy duros, pues para colmo yo era hipocondríaca claustrofóbica, y me aterraban los elevadores. Mejor no recordar qué sucedió luego. Estudiaba en la Universidad de La Habana, en la Escuela de Letras, y quizás lo más importante allí fueron mis condiscípulos, desde el poeta guantanamero como yo, Jorge Oliva, hasta Pío Serrano.

Pero también estaban, aunque en licenciatura en francés, Nancy Morejón (para quien había escrito el prólogo de su libro Amor, ciudad atribuida, publicado por El Puente, en 1964), Reinaldo García Ramos, y toda una pléyade de jóvenes talentosos, que disfrutaban del privilegio de algunos geniales profesores como Camila Henríquez Ureña, Mirtha Aguirre, Beatriz Maggie, y la Vicentina Antuña, quien era además la decana de la Escuela, mujer de sobradas cualidades y bondades.

También recuerdo las clases de Estilística con Roberto Fernández Retamar, contra quien nos revelamos, pues a pesar de ser un magnífico profesor y de manejar muy bien su retórica académica, se limitaba a leer las páginas de su tratado de Estílisca, que había pegado a una libreta, seguro para disimular, o quizás con el único propósito de orientarse.

Yo había conocido a Heberto en la entrega de Premios de La Casa de las Américas, en 1962. Todavía no había cumplido los 20 años, vivía y estudiaba en Santiago, y no conocía a nadie. Me dieron mi primera Mención (el poeta haitiano René Depestre, jurado del premio entonces, seleccionó mi libro entre los finalistas y por eso recibí la Mención), y también a Heberto, con El justo tiempo humano, mientras que Fajad Jamís se llevó el Premio con un libro bastante panfletario, Por esta libertad.. Entonces Heberto estaba casado con Bertha, su primera esposa, y tenía ya 2 hijos. No lo volví a ver hasta el 66, cuando regresó de Checoslovaquia, y ya para entonces había nacido Carlos, su otro hijo.

Nuestra relación comenzó en 1967 y a pesar de los pesares, no cesó hasta su muerte, aunque nos separamos en 1995, a instancias mías. Desde el primer momento en que lo vi en aquella recepción en La Casa de las Américas supe que tenía una misión espiritual con Heberto, y hasta le pregunté dónde nos habíamos visto antes, cosa imposible porque yo vivía en Santiago. Ya en 1966 comenzaron sus enfrentamientos con el gobierno. No quiso aceptar una posición en París, había renunciado a su cargo como director de Cubartimpex, y como representante de compra y venta del Ministerio de Relaciones Exteriores para los países nórdicos (que él adoraba, en general toda Europa, comenzando con España). Pero lo peor vino a partir de su respuesta a El Caimán Barbudo, cuando le pidieron su opinión sobre el libro de Lisandro Otero, La situación. Novela horrible, que había ganado el premio Casa de las Américas. Pero más horrible todavía era su autor, un ser patisambo, mulato con ínfulas de blancura (no es una afirmación racista, que no lo soy, pero era el modo en que este señor se proyectaba en el mundo), mala gente, que era capaz de acabar con cualquiera, agente secreto de la Seguridad del Estado, y además ocupando otras posiciones dentro de la cultura. A finales de los ochenta viajó a Puerto Rico y tuvo el descaro de llamar por teléfono a Heberto para saludarlo. Yo ni le hablé. Pero Heberto era más noble que yo con sus enemigos. Me consta.

Luego vino lo del libro Fuera del juego, la lectura de poemas en la UNEAC, y finalmente la novela. Y todo eso desencadenó la detención nuestra. A mí, por estar siempre, decían. achuchando a Heberto para que hiciera todas esas cosas, jajaja. Heberto no sólo fue un hombre al que amé mucho, sino mi maestro y de algún modo mi alter ego. El no estaba completo sin mí, y yo sin él. Su muerte fue una de las cosas más difíciles que he tenido que aceptar en esta vida. A ratos, cuando las cosas me van mal le pido a su espíritu que me ayude y me guíe, pues sé que nunca se ha alejado de mí, y ahora desde la distancia infinita, habrá sabido valorar mejor las cosas que nos unieron, y también las que nos separaron. Fue parte de mi Karma, y creo haber cumplido en cierta medida la misión que el Universo me encomendó junto a él, al hacer posible que escribiera lo que escribió, y que se sobrepusiera a la carga que traía con su propio destino. Años atrás, en Cuba, leímos un libro de Numerología, y de acuerdo con las tablas que encontramos allí, luego de hechos los cálculos, apareció el año 2000 como el de un cambio definitivo en su vida. Fue precisamente el año de su muerte, el día de la Virgen de las Mercedes, a quien yo le había orado pidiendo por nuestra salida del país. La virgen que abre las puertas de la cárcel. Recuerde que Cuba es una inmensa cárcel.

Nuestra vida en Cuba estuvo llena de vicisitudes, pero también a nuestro modo intentamos y fuimos felices. Incluso en el ostracismo más feo, cuando nadie nos visitaba, y los amigos se alejaron para no comprometerse, solíamos celebrar nuestros cumpleaños rodeados de esa pequeña “mafia” de defenestrados que eran entonces nuestros únicos íntimos amigos: Pablo Armando Fernández y Maruja; Alberto Martínez Herrera (el inolvidable Martiniano); su primo Hubert Martínez; el pintor español/cubano José Cid; César López y Michelín; Manuel Díaz Martínez y Ofelia Gronlier; Carlos Verdecia, y algunos pocos que sin ser asiduos venían a hacernos compañía. Como siempre me ha gustado la magia inventaba platillos exquisitos, pero me guardaba de darles la receta. O éramos visita frecuente, diaria, de Pablo Armando, pues vivíamos cerca, y allí había también improvisadas veladas, donde no faltaba el café, con Maruja en el casi destartalado piano y nosotros cantando “La vida sigue igual”, de Julio Iglesias. Todavía viviendo en el apartamento de la calle O en el Vedado, a una cuadra de La Rampa, y que menciona Jorge Edwards en su libro Persona Nongrata, solíamos ir a almorzar con Virgilio Piñera, Pepe Rodríguez Feo y algún que otro, si Virgilio o Pepe lograban conseguir una mesa tras largas horas de cola, y nos llamaban para la grata tertulia del mediodía. Todavía esos restaurantes eran accesibles a los cubanos de a pie si se tenía la suerte de alcanzar un turno.

Oficialmente Heberto y yo nos casamos el 25 de enero de 1971, pero viviamos juntos desde finales del 67. Fueron testigos de la boda Miguel Barnet, David Buzzi (sí, el mismo que era informante de la policía y cuya función era colarse en casa, haciéndose pasar por gran amigo de Heberto); Alberto Martínez Herrera y no estoy segura si el mismo Jorge Edwards. Fuimos a celebrar, con cake y todo, a casa de Miguel. Recuerdo que yo llevaba unos aretes de piedras verdes que habían sido de Ana María Borrero, la hermana de la poetisa y pintora Juana Borrero, y que me había regalado mi querida Mercita Borrero. Y ahora cierro los ojos y puedo verme con aquel vestido suelto, de flores muy tenues sobre fondo rosado y mandarina, que caía en tachones desde la cadera, y que me había cosido Argentina, una modista que podía competir con las mejores de París y que siempre me hacía mi ropa en La Habana. Un verdadero privilegio, cuando se conseguía unas yardas de tela.



3-SMA: Hasta el 1970-71, según tengo entendido, que usted va a la cárcel. ¿Qué tiempo cumplió y dónde?



BCM: El 20 de marzo de 1971, muy temprano en la mañana, y sábado, la Seguridad del Estado asaltó nuestra casa, y nos detuvo a Heberto y a mí. No, no cumplimos cárcel, sólo esos 37 días Heberto, y yo 3 días, ambos incomunicados en los cuarteles de Villa Marista.

Cárcel han cumplido muchos cubanos, cárceles eternas, de más de veinte años. Pero un segundo en la Seguridad del Estado, en aquellas condiciones, fue para mí un siglo robado a mi vida.

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4-SMA: Usted llega al exilio, sale primero de Cuba que Heberto Padilla, su esposo en aquél entonces. Llega además con uno de los casos más conocidos de atropello a un intelectual, poeta, en todo el mundo. ¿Cómo recuerda la partida, primero, la llegada al nuevo país después?



BCM: La partida fue muy emocionante, en todo sentido. Salí el 29 de abril de 1979. Yo quemaba las naves, sabía que no iba a volver, lo habíamos convenido Heberto y yo. Salía precisamente para tramitar su salida una vez en el exterior. La historia es larga y está en mi libro en preparación La buena memoria. Sí, salí con un permiso especial de Fidel Castro. ¿Cómo podía ser eso? Del mismo modo en que han podido ser muchas cosas en mi vida, sin poder. Ya lo leerá en mi libro.

Por supuesto, tuve que pagar caro esa osadía. Estuve 18 años sin ver a mi hija. Y gracias a Dios que pude venir con Ernesto, mi hijo con Heberto, entonces de 6 años En Cuba dejaba a Heberto a la espera de mi gestión, y a María Josefina, con sólo 13 años, hija de mi primer matrimonio, y que vivía con nosotros. Mis padres me esperaban en Miami. Habían salido de Cuba en agosto del 1966, y vivían en forma muy modesta en el North West de la ciudad. Estuve allí hasta que el gobierno de Cuba me chantajeó con aquello de que si no me iba de Miami, Heberto no iba a salir. Entonces, tomé un ómnibus y me fui a la ciudad de Elizabeth, en New Jersey, a casa de mi amiga de la infancia, Elkes Arjona, que ha sido para mí -al igual que todos ellos- una verdadera familia. En Elizabeth, una madrugada, vi caer la nieve por vez primera. En esa ciudad trabajé como administradora en una tienda de ropa de un cubano, y luego en otros sitios. Siempre como ilegal, pues sólo tenía estatus de turista. Si me asilaba, el gobierno cubano tomaría represalias contra Heberto y mi hija, así que tuve que hacer gestiones sin que se enterara la Seguridad del Estado.

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5-SMA: En alguna ocasión he visto, leído, sus opiniones sobre los intelectuales cubanos que viven en la isla. Creo, sin embargo, que en muchos ejemplos son gracias a una dinámica, casi costumbrista por lo longo del último gobierno, y que tuvo su mejor exponente en el maestro, Cabrera Infante, quien ya no solamente hablaba mal de sus compatriotas, aseguraba que no había escritores buenos en la isla. Como llevo relativamente poco tiempo viviendo en España y soy nacido años después de las expropiaciones y sentada de Castro en el poder, (es impresionante cuando desde estas riveras uno se entera quienes eran sus compinches y cuantos le ayudaron) es muy posible que no sienta el mismo rencor. Dudo además de que todos por que vivan allí sean culpables o agentes de aparatos represivos. Me resisto a pensar que todo el que publicara sus libros en Cuba o viajara a Barcelona para luego regresar, sea un testaferro del gobierno.

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BCM: Nunca he pensado que todos los cubanos que publican en el extranjero y viven en Cuba sean testaferros del gobierno, pero si lo hacen es porque mantienen una doble moral y se las agencian para que no los invaliden. Es verdad que la situación no es ya la misma que cuando yo dejé la isla y hay mil formas ahora de mostrar más independencia. Pero sé que la Seguridad del Estado no ha dejado de meter las narices en todo lo que pueda y de que los agentes castristas andan por España y por muchos sitios, especialmente detrás de los cubanos. No es por casualidad que los escritores y artistas cubanos que publican en el extranjero y viven en Cuba se mantengan apartados de los del exilio. En la mayoría de los casos los que propician el acercamiento son siempre los exiliados. Pero las ventajas de ser un escritor o artista viviendo en la Isla y publicando o actuando en el extranjero tiene un precio. No necesito decírselo. No guardo rencor contra nadie, no importa que viva en la Isla disimulando, y viaje y disfrute un poco. Pero considero ese modo de vida una esclavitud espiritual y no lo quiero para mí. Yo escogí la libertad. No me gusta el disimulo, no soy valiente, pero también puedo ser una tigresa cuando me atacan. Eso es todo.

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6-SMA: Y teniendo en cuenta mi comentario anterior: ¿no es momento de que el exilio busque estrategias más flexibles que permitan un diálogo entre nosotros, los cubanos de aquí, y los de la isla?

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BCM: Mire, yo no tengo que buscar nada, ni creo que el exilio tenga que hacerlo. Aquí el problema es uno: la libertad de los cubanos. Eso no se negocia. Se es libre o no se es. Cuba, por desgracia, es una gran cárcel. ¿Quién se va a reconciliar con una cárcel? Linden Lane Magazine no tiene puertas, ni rejas. Ni tampoco La Casa Azul. Están abiertos para todo escritor y artista decente que quiera exponer su verdad y su obra, como lo han hecho ya varios que viven en la Isla. Les doy la bienvenida y los publico y promuevo. Somos una sola literatura, un solo arte, una sola música, pero vivimos rodeados de energías diferentes. Las vibraciones de nuestra pobre Cuba, gobernada por una tiranía muy viejita, no son las mismas que las de las tierras de libertad de este universo. Eso es todo. Yo he hecho lo que he podido, y lo que no también, para que los artistas y escritores cubanos del exilio, y los de cualquier otro sitio, tengan un espacio, sin compromisos ideológicos.



7-SMA: Viniendo de usted, comprendería que argumentos y motivos le sobren, pero quiero agregar esta pregunta: ¿Prima el deseo de castigo a los verdugos ante una esperanza, una búsqueda, de reconciliación entre cubanos?

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BCM: Yo no busco venganza ni me creo Dios para castigar a nadie. Cuando se habla de reconciliación parece que se está hablando de reconciliación con la tiranía. Eso no me interesa, ni busco nada que no sea una verdadera libertad para Cuba. Si el actual gobierno de Cuba decidiera dejar en libertad a todos los presos, si diera libertad de comercio, libertad de expresión, libertad de entrada y salida del país, y dejara que el pueblo escogiera a su próximo presidente, no tendría inconveniente en saludar esa nueva actitud. Pero como eso no es posible, y como no soy más que una mujer que escribe, lo dejo a los políticos mayores.



8-SMA: Usted vive en EE. UU., podrá darnos su opinión sobre el candidato Barack Obama, a la presidencia. ¿Cómo cree que repercutirá en Cuba y cuáles serían las posibles mejoras, o desmejoras con su mandato?



BCM: Me parece un hombre muy atractivo en lo personal, que arrastra gente, con gran carisma, y a pesar de todo lo que se dice y se habla contra él, no me da ningún miedo. Sencillamente vivimos en una democracia muy segura, y el señor Obama es un hombre civilizado, con encanto, graduado en Harvard, no creo que sea un “liberal” bobo. Pero además, un presidente de Estados Unidos jamás podrá convertirse en un dictador, porque para eso están las leyes y un sistema muy bien estructurado. Me da gusto ver cómo ha llegado el momento en que un hombre de la raza negra se convierte en candidato, y popular, a la presidencia. Eso está muy bien. No soy “fan” de Hillary, pero lamento que Obama no la haya llevado como vice. Sería otra forma de decir que la mentalidad de este país está cambiando.

Puedo no simpatizar con una figura política, pero la respeto. Este es un país maravilloso que todavía tiene muchas sorpresas que ofrecernos. Vuelvo a repetir, no me da miedo Obama, no lo veo como comunista, ni musulmán, sino como parte de una nueva corriente política. Algo novedoso.

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9-SMA: Soy de un pueblo totalmente contaminado por la religión. En Remedios, en la costa norte, antiguamente Las Villas, hay más iglesias que bares. Algo desproporcionadamente absurdo, claro. Pues allí sobreviven más de 300 demonios desde tiempos censados y novelados por don Fernando Ortiz. Allí aprendí a relacionarme con los vivos y atender los egun. Falto de madrina, para cuando visite los EE. UU., me pasaré a que usted me de la suerte. Pero mi inquietud es otra. Sí, pues desde hace unos años para acá la religión afrocubana está presente ya no solamente en EE. UU, también en cualquier país de Europa. Es una señal inequívoca de traslado cultural. También un negocio de millones de dólares al año. Sabemos que Orumila, que es en quien yo creo, y en Ifá, viajó el mundo entero. Hasta China, y no le gustó. (Abreviando) Pero: ¿Fundamento en New York, Nganga en Toledo?



BCM: Yo no sé nada de religiones afrocubanas, lo siento. Apenas si recuerdo haber visitado algún babalao en La Habana. Mi educación fue católica, y cuando más, visitaba alguna espiritista en Santiago, muy buena, por cierto. Lo mío es otra cosa. Lo espiritual, la metafísica, el mentalismo, la hipnosis, la sanación con las manos, el movimiento de la fe, cierto espiritismo, y todo lo que tenga que ver con lectura de la mente y visualización. Soy una cristiana, una seguidora del pensamiento del ministro Kenneth Copeland y su Movimiento de la Fe, que él promueve; creo que la Palabra de Dios lo puede todo (Hágase la luz, y la Luz se hizo), me alimento de la Biblia y de otros textos. Creo en el Espíritu Santo, en la Trinidad. No sé bien cómo, pero soy una “profeta” (según lo señala San Pablo en Corintios); una síquica para algunos; alguien que lee mentes, lee el “futuro” (que no existe, por cierto); pero sí “adivino” lo que el otro piensa y no dice. En fin, que ésta es también otra misión que parece me han dado. Ya ve, soy una consejera espiritual, pero distinta, una terapista del alma, como quiera llamarle. Creo en las energías y las vibraciones y creo que uno puede conseguir todo lo que quiere, si lo desea de verdad. Vivo en ese mundo.



10-SMA: Su libro último de poemas ha sido muy elogiado. Siempre viene bien un empujón para el ánimo, la certeza de que se sigue buen camino.



BCM: Ese es un libro escrito mayormente en los años sesenta y pico y setenta en Cuba. Fíjese en el título, La otra mejilla. Esa es mi divisa, pero muchos de los que hablan de reconciliación no ponen la otra mejilla. Tengo otro sin publicar, Los poemas de la mujer de Lot, y otro en preparación, Los Salmos de la Reina de Saba. Más tres novelas inéditas y mi libro La buena memoria, en contraposición al de Heberto, que se llama La mala memoria.



11-SMA: ¿No la han invitado a presentarlo en Madrid? ¿Cómo lo adquirimos los interesados?



BCM: Estoy muy feliz de que las Ediciones ZV Lunáticas, que dirige mi amiga Zoé Valdés, lo haya publicado. Le agradezco que haya pensado en mi libro. Nadie me ha invitado a presentarlo en ningún sitio, salvo la presentación que hizo Zoé en París. Quizás por eso de que yo misma he bloqueado esa posibilidad, porque casi no viajo. A menos que haya un tren de acá a Madrid. Pueden solicitar el libro a, Lunáticas. AP 2 bis rue Crillon 75004 Paris France.



12-SMA: Otra vez agradecer la posibilidad de esta "charla". Si quiere agregar algo a los lectores, ahora es el momento.



BCM: Sólo añadir que pueden visitar mis blogs y ver allí toda la labor que realizo. Pienso abrir otro, con versión también en inglés. Se llamará Eternamente Jóvenes y Bellos (Forever Young and Beautiful People), donde voy a tratar sobre la alegría de vivir y estar siempre jóvenes, bellos, y no perder de vista que la espiritualidad es un aspecto muy importante del cuerpo. Todo lo que está en el espíritu se refleja en el cuerpo. Dios es Amor, y con eso se dice todo.

Gracias a usted, amigo Chago, por la oportunidad de expresarme.

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http://www.belkiscuzamale.blogspot.com/ , http://www.lacasaazulcubana.blogspot.com/, http://www.lalacasaazul.org/ y http://www.belkiscubanparadiseart.blogspot.com/



Efory Atocha agradece a Emilio Ichikawa el que publicara esta entrevista. Y a su amiga, la transcripción.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Un ensayo (inédito) de Octavio Armand: "El denario"


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------------------------------------------El denario* -----
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--------------Por Octavio Armand
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-----------------------------------------Para José Darío Márquez

Tomo un café con Septimio Severo en la Pastelería Danubio, acá en Santa Rosa de Lima.

Nacido en el 146 d.C. y emperador entre el 193 y el 211, fecha de su muerte, probablemente por envenenamiento; sucesor de Cómodo y Pértinax, ambos asesinados; padre de Caracalla y Geta, también asesinados -- Geta por su propio hermano mayor --; Septimio Severo creó una nueva tesorería imperial y embelleció a Roma y muchas otras ciudades del vasto imperio. Lo tengo frente a mí en un denario que ayer mismo me trajeron de Hispania. Perfectamente centrado en el metal, majestuoso, sereno, deja adivinar los reconocidos logros de su gestión, nada de la violencia que lo acercó al trono y al veneno. Me intriga su impavidez. Me desconcierta. Ha despertado una vez más mi pasión por los horizontes del pasado, que data de la infancia y que probablemente refleja un desapego -- por decir lo poco -- a la circunstancia inmediata y al presente.

Estoy en Santa Rosa de Lima pero por instantes -- ¿nanosegundos? ¿acaso importa? ¿no será nuestra eternidad un nonosegundo para los dioses? -- me desplazo en el espacio y el tiempo. Gran parte del hechizo que siempre he sentido en los objetos antiguos se debe precisamente a la capacidad que tienen para transformar lo inmediato, desfigurarlo, hasta producir una dislocación; remontándome así a épocas pluscuamperfectas, desconocidas, apenas intuidas, pero que me cuentan, como a Manrique, de un tiempo pasado que fue mejor: entiéndase más heroico, más abundante en sabiduría y belleza; o por el contrario más sangriento, más intolerante, brutal no solo por sus tiranos sino por las masas envilecidas que los vitorean en el circo entre mil despedazamientos y muertes.

Septimio Severo en el brillo de la plata me habla de todo eso. Veo su rostro de perfil; nítidos la barba, el bigote, las patillas; los crespos de la cabellera sobresalientes, escultóricos casi, palpables círculos alrededor de mínimas concavidades, que sugieren los ojos vaciados de la estatuaria. Increíble: hay pequeñas sombras en el interior de estos crespos, el único vestigio de interioridad en el rostro amurallado entre las inscripciones y el margen de metal como una ciudad antigua, pues la mirada, de perfil, no deja conocer del emperador más que su autoridad. Me fijo bien y aun en la mirada hay cierto asomo de interioridad: como en la estatuaria, el iris es un mínimo vacío y por lo tanto, aunque infinitesimal, una sombra. La pupila, así, está sorprendentemente viva: es negra.

La geometría encrespa la cabellera del emperador, como si Euclides mismo hubiera sido su estilista o su barbero. Y en la perfección geométrica de esos bucles, en el área imposible de medir de esos círculos peinados por la matemática y el pi que se pierde en lo infinitesimal, como gotas en cuencos liliputienses, se acumulan exquisitas, casi palpables sombras. No todo es brillo en la moneda, no todo es ras y superficie. Hay estas como entradas a cavernas o laberintos que invitan más allá de la autoridad imperial hacia los pensamientos o pesadillas del hombre que ahora parece a punto de abandonar su perfil y mirarnos -- quizá será aterradora su mirada -- de frente. La nitidez de estos poros proliferantes dentro de ese otro círculo que es el denario insinúa una cornucopia. Es difícil no intuir un símbolo de abundancia, pues dentro de la plata, en esta pormenorizada y replicada geometrización, la moneda muestra una cantidad de otras monedas -- minúsculas, cóncavas -- que otorgan a la superficie lustrosa un paradójico brillo con sombra. Lo cóncavo que se traduce en plétora provoca una extraña sensación de monumentalidad. Anfiteatro, foso, arena, el denario es un espectáculo de simultáneas y múltiples contiendas. Crece, se multiplica, como Roma.

Reflejado bucle tras bucle, Septimio Severo es un espejo del poderío romano. Cada bucle es una colonia que en pequeña escala repite a la metropoli: sus dioses, su urbanismo, su ley; y cada denario, un escudo que la protege: un centurión. Las tres dimensiones le dan un aire imponente al emperador, quizá para que sea reconocido por todos sus súbditos y temido por cada uno de ellos. Los minuciosos detalles singularizan la imagen suspendida en el brillo de la plata: este es Lucio Septimio Severo y no otro, dueño del dueño de esta moneda. Fíjate bien, reconócelo, respétalo. En la acuñación romana, donde quizá esté su origen, el retrato ni seduce ni atrae: impone una distancia. El dinero manoseado nos recuerda en qué manos estamos y nos coloca fuera de su impenetrable círculo. En las monedas griegas el rostro es una idealización y como tal -- como idea -- nace en el diseño que lo preconcibe. Es de metal y mental. Alejandro es Apolo: es un dios. Su perfil nos dice que es divino pero no nos dibuja su humanidad: no estamos frente a un hombre sino de cara al mismo sol. El brillo de la moneda es solar. Trátese de una estátera o una tetradracma, ese brillo que lo nimba, y que luego en el arte bizantino veremos tras el Cristo y los emperadores en los mosaicos, frescos y por supuesto en los sólidos, es la luz, el rayo de luz, un trozo de sol que el emperador -- el estado -- coloca en nuestras manos para que podamos comprar las necesidades del día y los placeres de la noche. Ese sol es vino como es sol la viña y la uva y luego el tinto que compramos y bebemos. Eso que para los cristianos será sangre del Cristo fue primero, en el espléndido mundo pagano, rayos de sol, luz, fuego.

En la moneda romana se enaltece la autoridad pero se muestra con rigurosa exactitud su rostro. A pesar de la deificación de algunos emperadores, sus rasgos no son sacrificados al ideal: la cara no es máscara ni idea. No es posible confundir a Nerón o Julio César con Septimio Severo. Cada uno está fielmente retratado. Para que se logre a cabalidad el retrato solo falta la mirada como imagen de lo invisible, o sea el carácter, la personalidad. Aquí se destaca fundamentalmente -- y es eso lo que interesa -- la autoridad, la radiante personificación del estado, que se muestra pero no se expone. En el perfil se evita la mirada frontal, acaso reveladora o al menos insinuante de un mundo interior susceptible a dudas, deseos, y otras mil debilidades. El metal, su brillo, contribuye a que nos quedemos en la superficie, como excluidos y lejos, muy lejos de la impenetrable intimidad de ese señor que vemos pero que nunca se rebajará tanto como para enfocarnos y mirarnos de frente: podemos estar a solas con el denario, no tutearlo. Es muy probable también que se acuñaran exclusivamente perfiles en previsión del desgaste ocasionado por la circulación de la moneda. Un rostro de frente, al perder pómulo, cejas, boca, nariz, sería absolutamente irreconocible. Pero el desgaste nunca borra enteramente al perfil: la célebre nariz de los Hapsburgos, en un real o un escudo, será siempre tan elocuente -- o casi -- como aquella que en el poema de Quevedo tiene un hombre pegado.

Los emperadores bizantinos, sin embargo, aparecen retratados de frente en sus sólidos. ¿Por qué? ¿Por qué el Imperio, al desplazarse hacia el este, se volteó hacia nosotros? ¿Qué no se insinuará ahí, así, de la conversión romana al cristianismo, de su debilidad y eventual decadencia? Los emperadores del Este, tras la conversión de Constantino, nos dan la cara en sus sólidos, ¿se trata, acaso, de poner la otra mejilla? Se pasa del perfil de Apolo, a quien no es posible sostenerle la mirada, pues no se puede mirar al sol de frente, a la frontalidad del Cristo en la cruz: no solo vemos cara a cara a este pobre dios sino que debemos apiadarnos de él.

Toco el denario: la monumentalidad romana, para su mayor gloria, se contradice en esta miniatura. Espectacular profusión de detalles en diecisiete milímetros: un perfil con sus bucles, ceja, pómulo, párpados, pupila, y aureolado por la inscripción. El retrato en sí ocupa apenas nueve de esos diecisiete milímetros pero me da la sensación de un mapa en relieve: el vasto imperio, desde el muro de Adriano en el norte hasta el afilado tridente del último gladiador en la arena ensangrentada, cabe en milímetros. No es necesario ser Proust para sentir, como él sintió, la magia de los objetos. Sobre todo objetos que tras siglos o milenios de abundar en la sombra ponen como una copa rebosante su peso en nuestras manos.

La punta afilada del tridente centellea en el denario y de repente entreveo en Septimio Severo al radiante señor de Sipán, como si siguiera entre los siglos II y III pero en otro paisaje. En las vasijas mochicas los retratos poseen una tridimensionalidad absolutamente naturalista: la dimensión y el detalle nos colocan ante un rostro único, casi vivo, que tiene mirada y hasta piel. Tocamos la frente o la mejilla de un guerrero, o un prisionero, o un ciego. ¿Quién resulta más ajeno, o mejor quién resulta menos ajeno, el romano o el mochica? El mochica sin duda: siento que me habla, aunque no entienda nada de su lengua ni su cultura. Del romano solo entiendo su lengua muerta y su cultura: él ni me mira ni me habla. En ambos casos estoy solo pero mi soledad es enorme, tan grande que no me aterra. Por un instante -- lo pienso, no sé si me lo creo -- he sido romano y mochica y he estado tan solo como ellos en su señorío.

Me dan ganas de pagar el café con el denario de Septimio Severo, como si estuviéramos en Roma y la moneda todavía fuera intensamente romana, y no mía ni tuya sino del propio Emperador que solo conocía al Danubio como río y antigua frontera y nunca en este Danubio ni en ningún otro sitio probó café. ¿Cómo reaccionaría la cajera? El denario, para ella, no es dinero. Para mí tampoco. Ironía: el dinero solo deja de ser dinero cuando tiene tanto valor que no tiene precio. Las monedas y los huacos, me dice el amigo que es mi anverso o mi reverso, cuestan más pero valen menos en las galerías que en el tesoro o la tumba. Porque mientras más gente tenga en su poder el objeto cargado de magia menos va quedando de esta, contaminada, digámoslo así, por el dominio de sucesivos y como eslabonados dueños. Evitar esta cadena es acercarse al origen, trasladarse en espacio y tiempo, casi como para recibir de las propias manos de un señor romano o mochica algo exclusivamente suyo, personal de perfil y de frente y como imantado por su presencia. El sentido mágico del objeto se me confunde con el sentido mágico de la palabra que tuvieron los cátaros y heredaron los simbolistas y está como oblicua poética en La lámpara maravillosa tanto como en los manifiestos surrealistas y vivo en cada poema que en cada sílaba resume al lenguaje. Tan vivo como el emperador cuyos bucles de plata la brisa acaba de deshacer.

Pago con bolívares y regreso a casa con el imperio.

*Este texto fue publicado originalmente el día, 26 / 08 /08, y que retomo, pues en esos días estuvimos más pendientes de asuntos extraliterarios. Agradecemos , la amabilidad de Octavio Armand, sus colaboraciones con Efory Atocha.

Otras colaboraciones de Octavio Armand, Aquí, Aquí, Aquí, Aquí.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Poemas de Rigoberto Rodríguez Entenza

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-Tres poemas (inéditos) de Rigoberto Rodríguez Entenza

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-----------------------LOS DOS CAMINOS

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Es una plegaria y una verdad el hombre ante dos caminos. La memoria rueda bajo su nada y mira al hijo comiendo un rigor y una oración. Esa sombra tiene un regidor, una ciudad atravesada por la acequia y la historia.

Luchas y mueres. Abdicas y mueres. Mueres y mueres y la multitud pierde su cara multitudinaria. Si lees tu carta no saldrás anunciando el otro día. La palabra es también un muerto y su cortina de abrojos. Nadie es más que la plenitud en que no existe.

El hombre se mece en el declinar y abre su olvido y muerde el ojo quebrado en la cena.

El olvido es su mar, su música. La algarabía y la mesura en el punto circulado en que la noche abre y cierra el azar.

Él abre su casa y su lengua dobla y entra en el confín. Nosotros aplaudimos desde la otredad. Chiflan los pajaritos saltando de página en página, entre el tiempo que los excluye. El hijo tararea una jugada y en el ayer no tiene pasado ni hermanos.

La palabra no es el hombre sino la metáfora perpetua de Dios. El agua de la acequia labra el fragor trémulo que ofrecieron las aguas.

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-------------------CÍRCULO

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A Manuel González de los Ríos

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El prisionero, a través de una diminuta ventanilla enrejada

ha mirado la luna. O seamos precisos: el prisionero

a través de una diminuta ventanilla enrejada

ha mirado un diminuto lago y allí la imagen de la luna.

Como de un sueño, bajo una luz fina pero intensa

sus ojos entraron y salieron. Luego deshizo una postal.

Es falsa, le había dicho el otro inquilino de la celda.

Somos vigías del olvido, solo eso es cierto esta vez.

Al amanecer un guardia repite cierta parábola.

La escuché anoche, dice y explica el sueño.

Después salen a tomar sol y un hombre, trazando

una parábola cruza el aire azul. Si entramos en la historia

y creemos en su profundidad seríamos ese hombre.

La aventura consiste en detenerse y no mover ni un dedo

ni decir una pregunta. Estoy en un hueco del mundo

ante mí mismo. Tropiezo conmigo. Soy el caos

de mi boca y el silencio que le brota. Las puertas no se abren

ante mí ni yo me abro ante el ruido antiguo de la gota de agua

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--------------------JUEGO DE LA PUERTA

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Me extiendo por lo inmenso

como las raíces de un árbol sagrado,

como la música, como el mar.

Octavio Paz

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Entro en la primera voz del árbol.

Con mi humilde traje rodeo la mesa

y mastico la música que escuchan todos.

El canto va al centro del óvalo

y su oro hacia la lúcida tarde cruza.

Un hijo anuda el silencio a su violín

a las formas perfectas y variables de la rosa

a los ciegos y apurados pedacitos de olvido

a las preguntas que reinan en el pudor de nuestras calles.

Mi lomo es un animal invisible.

El filo rígido de la soledad va hacia el fondo de mi ala.

Mi ojo en su mitad podrido es vuestro sueño.

La luz nos cerca.

Señor, dígale que soy como los otros

bajo el caos de un clavel herido.

Señor, hazle mirarse en la otra orilla.

Se balancea la costumbre.

Se balancea la costumbre.

Se balancea la costumbre.

Precarias sombras en equilibrio.

Ellos y yo estamos en el clamor.

El mar repliega las voces

hacia iguales palabras cómplices.

Somos el coro del verdugo.

Con su lengua de hierro

el hijo del rey nos ha marcado la cara.

El rostro y la herida somos.

El viaje envuelve ese peligro

y en la claridad se diluye.

Juego de la puerta blanca como la estrella.

Bajo un árbol habrá siempre esa verdad como principio.

Se incrusta el pie del animal en la tierra resbaladiza.

La realidad no es trigo ni paz sino un hombre allí.

Jadeo y no logro el otro paso.

Al apagarse la tarde

cada gota de sal entra en el crecido abismo

y yo con el rumor de mis anhelos y raíces

bendigo la mano que abre la puerta clara

y el aire que se sienta en el ojo del silencio.

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Rigoberto de la Caridad Rodríguez Entenza. (Sancti Spíritus, Cuba, 1963). Poeta, narrador, dramaturgo y crítico. Es graduado en teatro y en Español y Literatura.

Ha publicado:

  • De tales amantes tal historia (Ediciones Luminaria, 1990).
  • Hombre colgando de un pie / del mundo (Ediciones Luminaria, 1991).
  • La mano y el silencio (Ediciones Luminaria, 1998).
  • Cuerpo de álamo (Ediciones Luminaria, 2002).
  • Sitios Cruzados (Ediciones Sed de Belleza, 2003).
  • Último día del naufragio (Editorial Letras Cubanas, 2004).
  • Otras piedras talladas en silencio (Ediciones Unión, 2006).

Además, es autor de la selección Una mirada (poesía cubana contemporánea) y de los libros para niños La señorita traga truenos y otros cuentos, Las 120 monedas, y A la orilla del sendero.

Textos suyos han sido incluidos en antologías poéticas como Jugando a juegos prohibidos (1988) Poesía espirituana (1994) La ciudad en sus poetas (1994) Nuevos poetas cubanos (1994) La verde espiga de la paz (1995) Nuevos juegos prohibidos (1997) Hermanos (1997) Poesía cósmica cubana (2000), La estrella de Cuba (2005) y La madera sagrada (2005).

Su obra ha sido publicada en numerosas revistas como
La Gaceta de Cuba, El Caimán Barbudo, Ecos del Norte, Octubre, Cauce, Vitrales, La pedrada, Esquife y Sic.

Ha obtenido, entre otros, los Premios Rubén Martínez Villena, Fayad Jamís, Eliseo Diego, Nosside Caribe, y Raúl Ferrer. Con su libro Otras piedras talladas en silencio, obtuvo Mención en el Premio Julián del Casal. Pertenece a la UNEAC y es Miembro de Honor de la Asociación Hermanos Saíz. En 2005 le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional.



martes, 2 de septiembre de 2008

Catarina Costa: Poemas



----Tres poemas (inéditos) de Catarina Costa

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----Traducción, Pedro Marqués de Armas.

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a veces el Castillo es misericordioso

por las alegorías de la multitud abre alas al enterrador

que cataloga los nombres retraídos en las tablas

lo deja entrar en las trasterías

donde se deletrea la epístola

y se retoma la mazurca

a veces las puertas se abren de par en par

a quien busca un testamento que forre los pasajes

hay que ser benévolo con los que lanzan sésamo

en las horas finales

dar un sello de bonanza

a esos seres que aguardan con sus cartuchos

pero algunos divagan a la entrada

y bajo los carimbos ya en coágulos

despeñan la nostalgia contra el blasón de los antepasados

esquizofrenia pura

aristocracia polaca

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también tú viajante de comercio te sientas

en la explanada junto a notables extranjeros

que por un instante se sirven

del paisaje más frívolo

ahí te confundes con ellos en la tentativa

de pensar la melancolía de la gran ciudad

con directrices volcadas para dentro

y sólo una línea al este

será sin embargo el bosque quien te invada

no por nostálgicos fragmentos

sino por disyunción

de un lado nemerosa memoria

del otro la cordillera

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no tienes miedo Dodó

con tu aire tosco y burlesco

te aproximas a los colonos

que fingen diseminar la galantería

también tu finges tener alas de pájaro

o aletas de bicho prodigioso

tu gracia es este fingimiento

en algarabías portuguesas te bautizan:

Doido

pero qué insigne tu nombre de catálogo:

Columbiforme

no tienes miedo Dodó

sobre la fiera primitiva

prevés el zoo en la soledad

apareces de bastón junto a Alice

pero nadie te vestirá para el final

sabio ilustre

o personaje ilustrado

no conocerás las grandes ferias de Europa

te extinguen Dodo

y el miedo retumba por el plumaje

tus patas vulgares

de un cuerpo inepto al vuelo

palmillan la danza de las abejas

tu pico afable

tartamudea la falla de los genes

basta con tus penas Dodó

han habido exterminios más graves

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Catarina Costa nació en Coimbra en 1985. Poemas suyos han aparecido en la revista Oficina de Poesía. En 2007 obtuvo el Premio Guilherme de Faria por su libro Marcas de Urze, que en breve será publicado por la editorial Cosmorama, de Oporto.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Tres poemas de Camilo Venegas



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-------Tres poemas (inéditos) de Camilo Venegas

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PAPEL CARBÓN

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El original fue destruido y la copia se quedó en blanco.

Por un momento creyó

que no tendría ninguna constancia,

que no se sabría nunca todo lo que dijo

en aquel momento de rara distracción.

Pero en el papel carbón, puesto a contra luz,

aún se veía el nombre de aquella muchacha

que se levantó el vestido

con las rodillas sobre la tierra,

debajo de una alcantarilla.

El nombre de Cuernavaca

se leía con toda claridad,

por encima de la palabra invierno

y de una frase entre paréntesis

donde se seguía hablando de lo mismo.

Su país, las pocas cosas

que aún recordaba de su país,

aparecían detalladas en una lista,

antes de que cualquier tarde,

la más insignificante de las tardes,

ardiera hasta quedar reducida a cenizas.

Luego, en un orden que ya confundía,

podía leerse el final

de una guerra en África,

un tren que pasaba sin ser visto

y una mesa servida sobre diciembre,

con Aurelio a la cabeza

y Atlántida todavía de pie,

espantando esas moscas

que nunca se han ido de la casa.

El original fue destruido,

pero el poema aún es legible,

unas palabras más

unas palabras menos,

en la hoja de papel carbón puesta a contraluz.

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EL MOLINO

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-------------------------------Una copia de Ko Un.

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Aquí nadie soporta al viento;

levanta demasiado polvo

y destroza todo a su paso.

Pero cuando él sopla

yo puedo sacar el agua

desde allá abajo

y darle de beber

a las aves, a los perros,

al ganado

y a todos los que lo maldicen

cuando escupen tierra.

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PLACERES

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----------------------------------------Una copia de Bertolt Brecht.



Los primeros minutos del día y los últimos segundos de la tarde.

El tiempo de agua y el olor de la hierba acabada de cortar.

El Paradero de Camarones por una ventana de Google Earth.

El silencio de los domingos y el saxofón de Paquito D'Rivera.

Algunas voces de mi país y el piano de Gonzalo Rubalcaba.

El encuentro con una persona que me recuerda a otra.

Leer los periódicos en el inodoro.

Una ducha antes de acostarme.

Algún trago de alcohol.

La noche del viernes.

El próximo tren.

Las montañas.

Un arroyo.

Escribirte.

Volver.

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Camilo Venegas: Paradero de Camarones, Cuba, 1967. Desde el 2000 reside en Santo Domingo. Estudió teatro en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán, La Habana. En Cuba, laboró como editor de EL CAIMÁN BARBUDO y LA GACETA DE CUBA. Luego dirigió el Fondo Editorial Casa de las Américas. En República Dominicana ha sido editor de EL CARIBE y DIARIO LIBRE. Luego formó parte del equipo del Centro Cultural Eduardo León Jimenes. Entre sus libros publicados se encuentran "Los trenes no vuelven" (1993), "Cine Vedado" (1995), "Pequeño inventario de cosas que nunca existieron" (1998), "Itinerario" (2003) y "Afuera" (2007). Su cuento "Irlanda está después del puente" mereció el Premio del Concurso Internacional de Casa de Teatro en 2004. Actualmente labora como Gerente de Contenido en Newlink Communications y continúa publicando sus columnas en el semanario CLAVE. Coordina el blog, El Fogonero.